martes, 15 de marzo de 2022

¿Ucrania?

Apuntes para intentar comprender la crisis del proceso de la civilización. 

 ¿Ucrania? 

 Capítulo I 

Ucrania no erupcionó sólo como una guerra dramáticamente riesgosa para la especie humana. 

El fluido de lava ardiente que arrastra discursos ideológicos, basura propagandística, ilusiones idealistas, intereses corporativos, dogmatismos irracionalistas, expresa también la cristalización de un ya largo proceso de involución de la humanidad, (aunque no tecnológico, si productivo, cultural y espiritual), caracterizado por un sinnúmero de conflictos de clase, geopolíticos, geoeconómicos y civilizatorios, durante demasiado tiempo despreciados como tales, luego, irresueltos. 

En el curso de estos apuntes procuraremos exponer los que resultan más influyentes en el devenir del proceso de la civilización. Procuremos observar al acontecimiento Ucrania más allá de la guerra y del conflicto geopolítico que la suscitó. Esencialmente, Ucrania expone la inviabilidad socio productiva de las practicas del “expansionismo monopolista corporativo”, que contiene necesariamente militarismo, aunque algunos de los contenidos del viejo imperialismo se hayan modificado luego de la revolución rusa de 1917, los procesos de descolonización y la consolidación de China como experiencia económico productiva e institucional. 

También expresa la degradación científico cultural de los tomadores de decisión occidentales, la pervivencia (degradante para sus propios intereses) de resentimientos históricos en buena parte de las elites orientales, la peligrosidad de las formas de mundialización de la economía que no contemplan los conflictos derivados del desarrollo desigual, la apabullante vulnerabilidad de los individuos alienados psico socialmente a las lógicas todavía no históricamente innecesarias, pero cuya superación puede comenzar a programarse, de las formas de reproducción / acumulación del capital. 

El sistema capitalista de producción no será “superado” hasta que no surjan de su propio entramado los embriones de formas asociativas cuyo propósito no sea la valorización del capital en interés de quienes disponen centralizadamente de él, pero que, sin embargo, cumplan la función social de satisfacer las necesidades generales de reproducción y perfeccionamiento de las condiciones de existencia de la humanidad: tecnológicas, organizacionales, ambientales y culturales. 

El acumulado de conflictos irresueltos, (algunos porque no es posible todavía material ni socio culturalmente resolverlos, pero otros porque poderosos intereses creados intervienen para evitar que lo sean) en este momento de la Historia, “vitalizan” al militarismo como “industria” rentable y necesaria para asegurar la valorización geopolíticamente competitiva del capital, pero, asimismo, pone en evidencia las consecuencias envilecedoras de las formas de la racionalidad social, sobre todo del occidente desarrollado, de una Historia social y políticamente interpretada sin rigor científico. 

Como si todo esto, que se irá exponiendo más detalladamente en el curso del escrito, fuese poco, la humanidad, muy mayoritariamente, protagoniza y padece una profunda crisis del Estado nacional jerárquico clásico, un deterioro de la relación orgánica especie – naturaleza y una disputa, todavía más geopolítica y geoeconómica que civilizatoria, (se referirá en profundidad al contenido de estos conceptos más adelante), entre las lógicas del capital y las lógicas del trabajo social productivo. 

De las revolucionarias e intelectual y espiritualmente democratizadoras luminosidades de la “ilustración” y la primera modernidad el occidente desarrollado ha derivado hacia el capitalismo posmoderno, caracterizado ideológicamente por el relativismo cultural, el darwinismo social y últimamente, por la reaparición del ultraconservadurismo antidemocrático en expresiones neofascistas, neofranquistas o neonazis. 

El oriente europeo (y varios países islámicos y del Asia, a excepción de China), quizá como respuesta a este otro fenómeno, mientras tanto, de los esfuerzos revolucionarios por experimentar procesos descolonzadores o de democratización de las relaciones sociales (que en la URSS el estalinismo degradó hasta la caricatura al incorporar a sus prácticas modos institucionales y culturales semifeudales y contenidos nacionalistas y autoritarios), incursiona ahora en un tradicionalismo conservador que rememora los períodos previos a la estrepitosa caída de todos los imperios militaristas. 

(El énfasis militarista era por lo genera el resultado de su impotencia productiva, de su incapacidad para dinamizar la producción de valor democratizando las relaciones sociales). Así le ocurrió a Roma y luego al Reino Unido. 

Ese componente está interviniendo hoy en la crisis civilizatoria de modo muy relevante, aunque no afecta por igual a todas las naciones. 

Así, en el mundo entero, al militarismo de los Estados donde se concentran las principales compañías del capitalismo corporativo se le opone el militarismo de la renta de la tierra, tanto en cuanto recurso necesario para la producción de alimentos como de insumos energéticos y minerales. 

Y esto ocurre, y no es casual que ocurra, sino que es una reacción en cadena ante los cambios tectónicos en la estructura productiva, protagonizado por grupos de privilegio jerárquicos cada vez más parasitarios, cuando la civilización ha generado ya las condiciones para producir abundancia, es decir, para superar las lógicas competitivas y sustituirlas por lógicas colaborativas que eleven hasta su más altas cumbres a la potencia creativa del fenómeno humano. 

Desde el “macartismo” en adelante, con mayor o menor intensidad, buena parte de las elites occidentales vienen promoviendo, las más de las veces inconscientemente, en sustitución de las lógicas humanistas de la ilustración, la lógica amigo – enemigo del teórico nazi Karl Schmitt.

Lógica que, naturalmente, no puede conducir a otra cosa que a acentuar la crisis social global derivada de las desigualdades estructurales, fenómeno ya suficientemente desafiante como para añadirle todavía practicas político militares derivadas del “supremasismo” propio del darwinismo social como ideología dominante. 

Cuando el otro es un enemigo es porque el que califica se atribuye superioridad. 

En oriente, como puede observarse en las practicas institucionales de la mayoría de las naciones de esa región cultural, se acentúa el antiguo y cada vez más anacrónico despotismo oriental, pues aunque organizado en formas estamentales crea apariencia de estabilidad institucional, orgánicamente no es capaz de resolver la creación dinámica de valor. 

A mediano plazo por ello mismo, no produce estabilidad, pues todas las formas estamentales de organización de la sociedad debilitan el dinamismo innovador de las mismas. 

De tal suerte, no tiene lugar en el mundo ningún “choque de civilizaciones”, sino un ya inoperante choque de intereses singularistas que tuvieron un fundamento en la forma competitiva en que tuvo lugar el proceso de la civilización, pero que resultan “autodestructivos” en el actual estado de integración social de la economía mundial. 

Es necesario hacer notar, aunque no es la finalidad de este primer capítulo, que como el lector observará prioriza la exposición de algunas generalizaciones con el objeto de presentar la totalidad, y no la dramática anécdota, que lo que ocurre actualmente en Europa contiene, puede decirse, putrefacciones del pasado, lodos de los fenómenos que produjeron dos guerras mundiales, y que fueron trabajados ideológica y propagandísticamente, pero no procesados civilizatoriamente. 

El conflicto entre modernización capitalista y conservadurismo semifeudal, el conflicto entre los intereses del capital monopolista y la sociedad humana genérica, el conflicto entre humanismo y nacionalismo, entre democratización de las relaciones sociales y concentración de la riqueza y el poder…por citar los más relevantes. 

En los enunciados precedentes aparecen, se exponen, un conjunto importante de fenómenos, de nudos civilizatorios complejos, extremadamente complejos, que el autor, en primer lugar en el afán por comprender él mismo lo que ocurre en el mundo que abrió la guerra en Ucrania, se esforzará por desatar. 

Salvar al acumulado democrático revolucionario de los últimos siglos requiere un serio esfuerzo teórico político que, ciertamente, no será “resuelto” por ningún pensador aislado, sino que únicamente puede producirse colaborativamente para que sea luego interiorizado y perfeccionado en la práctica por un nuevo sujeto social universal policlasista y plural que tome a su cargo la praxis orientada a democratizar las relaciones sociales en el planeta entero. 

Las líneas que siguen también se esfuerzan por aportar a ese objetivo, del cual depende el futuro de la humanidad. El desafío que afronta en todos los planos la especie humana en tanto especie humana no se resuelve con declamaciones dogmáticas, pragmatismo acientífico, ni siguiendo acríticamente inercias funcionales propias de un tiempo histórico que en muchas esferas no se corresponde con el que caracteriza al presente. 

Nota 1- La disputa por modificar la excesiva predominancia del dólar como moneda de reserva, ya sin la misma consistencia productiva e institucional de la economía de Estados Unidos, la debilidad estratégica de Europa, la emergencia de China como potencia mundial consolidada, la utilización de algunos actores de la sociedad ucraniana para debilitar a Europa y balcanizar a Rusia, la vulgata sobre “oligarcas, plutocracias, corporaciones monopolistas y magnates”, y otros temas de esa índole, que son los tópicos de los massmedia, serán sucintamente analizados en el texto de este ensayito, pero todos esos “asuntos” se tornan en reseca hojarasca, si no se encuadran en un análisis de los nudos y dialécticas de conflicto que explican su contenido real.

Nota 2.- En el transcurso de las próximas semanas este abigarrado texto irá siendo modificado hasta alcanzar, quizá antes del fin de este año plagado de acontecimientos disruptivos, su versión “final”.

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