jueves, 24 de marzo de 2022

¿Elon Musk no es un “oligarca”?

 Apuntes para intentar comprender la crisis del proceso de la civilización.

¿Elon Musk no es un “oligarca”?

Capítulo III

Corría un día particularmente oscuro de la guerra en Ucrania - todo el mundo comenzaba a estar obligado a tomar posición -, cuando en la línea de noticias breves de la cadena Bloomberg apareció un enigmático texto que, con otras palabras, aseguraba: Rusia aspiraba a un nuevo escenario geopolítico pero le salió “el tiro por la culata”.

El autor de este escrito tenía frente a esa noticia dos opciones, dejar el desvencijado pero confortable sillón en el que miraba la televisión e ir a buscar en la computadora o el celular inteligente el desarrollo de la información (seguramente una entrevista a un especialista en geopolítica….) o seguir el capítulo de Wallander, la excelente serie policial sueca, en unas de cuyas pautas publicitarias aprovechó para observar el comportamiento de las “bolsas” de valores, los precios de los “commodities”, etc.

Como todas las cadenas de televisión públicas y privadas occidentales ya antes de la guerra y con mayor vulgaridad durante la misma se convirtieron en estructuras propagandísticas goebbelianas y como para los que pudimos observar el periodismo posterior a las rebeliones juveniles del 68 (el mejor que se haya producido en la historia humana) la posibilidad de acceder a una información útil al entendimiento y la comprensión de la complejidad en la actualidad es igual a cero, la preferencia por el sutil modo de presentar la dialéctica vulnerabilidad / búsqueda de la excelencia, que caracteriza al fenómeno humano, (que el autor de Wallander aportó a la literatura policial), prevaleció como opción.

Pero la inquietud planteada en la provocación de la cadena Bloomberg quedó dando vueltas por ahí, en algún lugar del cerebro, ese sublime órgano creador “diseñado” por la naturaleza posiblemente para comprenderse a sí misma y así tratar de producir la eternidad para la vida.

(Ante las imágenes de los mísiles, la organización de escudos de civiles indefensos para protegerse de ellos, y otras involuciones del proceso de la civilización que se observan a diario, el enunciado anterior referido a la naturaleza humana como una maravillosa experimentación orientada a lograr que todo lo vivo permanezca eternamente parece naif, pero si se analiza científico culturalmente al proceso de la civilización los dos fenómenos resultan un componente muy relevante de la dialéctica de la vida, por lo que volveremos sobre este problema cardinal de la Historia cuando se exponga lo que el autor entiende por el proceso de la civilización).

El día siguiente a la anécdota Bloomberg / Wallander, antes de que el autor tuviese tiempo para buscar más información sobre el titular de la cadena de noticias, pudo observar a un pletórico de alegría Elon Musk inaugurando una planta de autos eléctricos en Alemania. Evento al que asistieron el canciller de esa industrializada nación, Olaf Scholz, y su ministro de Economía, Robert Habeck.

Mientras me dirigía hacia mi estudio, en un estupendo Ford Fiesta español del año 97, ansiosamente dispuesto a obtener respuestas a las inquietudes de la noche anterior, mi cerebro decidió poner ironía y complejidad a la “cosa”: ¿Elon Musk no es un “oligarca”?

Pues no hubiese podido desarrollar ni uno sólo de sus muy innovadores emprendimientos sin el apoyo del Estado norteamericano. Con más precisión, sin un conjunto de decisiones estatal federales que favorecieron, posibilitaron, que liderada a una corporación preparada para perder muchísimo dinero mientras logra hegemonizar un mercado en tal o cual área específica de su praxis empresarial.

La afirmación sobre el hecho de que a Rusia le salió geopolíticamente el “tiro por la culata” cuando se “empantanó” durante unas semanas en la guerra en Ucrania, supe un rato después, refería a unas declaraciones de un muy mal asesorado Joe Biden que quizá estuviesen dirigidas al sucesor de Angela Merkel, para convencerlo de que sin Estados Unidos y sus misiles y Elon Musk, Alemania no tiene futuro. En general no se recomienda poner a un presidente a formular apreciaciones de esa naturaleza mientras se está desenvolviendo un acontecimiento que no se sabe cómo termina, sino a un jerarca de tercer o cuarto nivel, pero ya se sostuvo que la crisis de elite en occidente es dramática.

Lo que Biden quiso decir, en todo caso, y es lo relevante, fue algo como “dejen de concebir una alianza Francia, Alemania, Italia, Rusia” y pliéguense al frente común del capitalismo corporativo liderado por Estados Unidos y el Reino Unido…algún espacio quedará para Mercedes, Fiat y Renault, pero la primacía del dólar no es negociable.

Como desde hacía varios días había dejado dispuestos para leer (abiertos en la pantalla de la computadora) un par de ensayos importantes sobre temas importantes, decidí no prestar más atención al juego de las confabulaciones burocráticas orientado a satisfacer intereses corporativos, que esa es la sustancia de lo descripto más arriba, y continuar tratando de comprender la complejidad dialéctica de los acontecimientos.

Para hacerlo es necesario formularse algunas preguntas y aunque no vamos aquí a poder esbozar una respuesta para más que unas pocas, su enunciación puede ayudar a mirar la complejidad, en lugar de dejarse tomar por el tumulto de acciones de manipulación propagandística que caracterizan en este momento a la política y los medios de comunicación.

 ¿Qué contenidos caracterizan en el siglo XXI al capitalismo en los países desarrollados de occidente? ¿Quién gestiona a ese capitalismo corporativo monopolista necesariamente expansionista? ¿Un Estado, dos Estados, tres Estados? ¿En qué posición en cuanto posibilidades de desarrollo dejan esos contenidos a Rusia, India, Brasil, Sudáfrica, Argentina, México, Pakistán, Arabía Saudita, España, Ucrania, Polonia, Argelia, Corea del Sur, Vietnam, Japón…?

¿Qué porcentaje de los capitales productivos y financieros de esos países pertenecen a corporaciones norteamericanas y del Reino Unido?

¿Disponen esos países de burguesías nacionales o grupos de propietarios rentistas de la tierra capaces de liderar un proyecto competitivo o autónomo de desarrollo?

¿Tienen que contar con “oligarcas” para evitar que gestionen sus recursos naturales burocracias estatales no suficientemente competitivas o corporaciones occidentales?

¿Quiénes y operando inercialmente a partir de las formas de ser y de las necesidades reproductivas del capitalismo corporativo monopolista dirigen actualmente al occidente desarrollado?

¿Sus intereses pueden coincidir con los del resto de la humanidad?

¿Si no coinciden, pueden ser contenidos político jurídicamente o sólo un conflicto militar prolongado resolverá el hondo problema de los intereses sociales contrapuestos de los habitantes de unas y otras naciones?

¿Se puede resolver la crisis de intereses contrapuestos mediante nuevas reglas de juego del comercio y las políticas monetarias e impositivas de alcance mundial?

¿Los empresarios capitalistas clásicos (involucrados directa y autónomamente en la producción tanto técnica como intelectualmente) dejaron de existir y fueron sustituidos por fondos de inversión, “oligarcas” u operadores sofisticados como Musk?

¿Nos gobiernan plutocracias orgánicamente expansionistas, algo como una aristocracia de tecnoburócratas de corporaciones privadas y funcionarios jerárquicos, con capacidad de participar en los procesos de toma decisiones, de instituciones públicas nacionales e internacionales de las principales potencias de occidente? ¿O planteado de otra manera, nos gobierna una aristocracia tecnoburocrática del capital monopolista corporativo, (que abarca a todas las profesiones, incluidos los periodistas) con alguna tenue vinculación con sus comunidades nacionales, pero ya decididamente alienados a intereses económicos globales? ¿Constituyen una subclase social?

¿Sus prácticas son progresistas respecto del conservadurismo de las estructuras estamentales semifeudales que perviven en unas cuántas naciones o son ellas mismas un nuevo estamento de gestión al servicio de intereses plutocráticos -la alianza riqueza y política- de unas pocas naciones desarrolladas?

¿Cumplen una función social todavía necesaria históricamente, garantizar la producción dinámica de bienes y servicios o son mayoritariamente parasitarias, como las burocracias de los regímenes cesaristas?

¿Si nos gobierna una “casta” universal, como dicen los neoliberales neofascistas que quieren darle todo el poder a unos míticos empresarios innovadores a los que sitúan en el lugar de Dios, eso significa que los conflictos de clase que se desenvuelven al interior de las fronteras nacionales no pueden resultar más que en prácticas conservadoras?

¿Tiene algún impacto histórico social la lucha por el “derecho” al trabajo al interior de tal o cual Estado nacional, o resulta ya imprescindible programar la emancipación del trabajo, que sería sustituido por asociaciones de productores libres del capital corporativo monopolista y de las estructuras burocráticas jerárquicas de los Estados nacionales?

¿La nueva Ruta de la Seda y la Franja, que promueve China, busca crear las condiciones para posibilitar un desarrollo productivo en más naciones de desarrollo medio con el objeto de regenerar la idea de la emancipación del trabajo asalariado y por ello despierta tanto pavor a las elites occidentales? ¿Los componentes singulares de la experimentación productiva e institucional China son imitables, como solución a la crisis de la democracia, en occidente? ¿Es la competencia o el temor ante la experiencia China la que motivó que ni uno sólo de los más importantes partidos políticos del occidente europeo despertara la voz de alarma frente a la creciente influencia del neonazismo en Ucrania?

¿Percibe el occidente desarrollado en cuyo seno la lucha de clases produjo la democracia republicana garantista que una alianza estratégica entre el comunismo chino y el nacionalismo ruso los coloca “existencialmente” en desventaja porque no están en condiciones de revertir la hegemonía “plutocrática” que se ha instalado en sus instituciones?

Ucrania, el dramático conflicto Ucrania y todas las demás guerras, genocidios, disputa de territorios por el crimen organizado, debilitamiento de las instituciones democráticas en todos lados, mercantilización de todas las esferas del mundo de la vida, incluida la cultura y la comunicación, etc., no son más que la punta del iceberg de la crisis civilizatoria que protagoniza la humanidad, pensé, mientras decidía que ya eran suficientes las preguntas y me enfocaba en la lectura de los ensayos, escritos hace tiempo, pero que posibilitan estudiar algunos de los contenidos principales de la evolución del proceso de expansión del sistema capitalista de producción al mundo entero.

(Continuará)

Nota. – En el texto se hace referencia a los siguientes ensayos:

“Critical Theory and the Critique of Anti-Imperialism”, de Marcel Stoetzler y “El capital monopolista, ensayo sobre el orden económico y social de Estados Unidos, de Paul Sweezy y Paul Baran.



Musk. Fuente: Gettyimage. 

domingo, 20 de marzo de 2022

Ucrania: ¿una crisis meramente geopolítica?

 

Apuntes para intentar comprender la crisis del proceso de la civilización (II)

Ucrania: ¿una crisis meramente geopolítica?

Capítulo II

La guerra en Ucrania despertó un cierto interés por la geopolítica como especialización enfocada en el análisis “realista” de los contenidos que “explican” los conflictos entre naciones o grupos de naciones entre sí.

Desde el punto de vista científico cultural sin embargo, cuanto más mundo es el mundo más incompleta es la “geopolítica” para explicar la complejidad integral de los procesos globales, aunque esa disciplina puede añadir calidad de información útil al análisis de tal o cual acontecimiento, sobre todo si incorpora la historicidad de los conflictos.

Quizá por su ostensible debilidad interpretativa, desde hace unas décadas comenzó a desarrollarse otra disciplina, la “geoeconomía”, orientada a enfatizar no tanto el estudio de los conflictos histórico culturales, entre tradiciones espirituales, para decirlo rápido, como los económico estructurales, entre comunidades productivas, que, naturalmente, necesitan asegurar su reproducción y perfeccionar sus condiciones de existencia preservando un espacio territorial donde desenvolverse.

Por ejemplo, cuánto influye en los conflictos globales la disponibilidad en tal o cual región de tales y cuales recursos naturales, potencialidades productivas, perspectivas de desarrollo tecnológico, (y no sólo qué rasgos identitarios hegemónicos caracterizan a una sociedad singular y qué influencia tienen o pueden tener ellos en su devenir), en tanto insumos necesarios para la comprensión de la capacidad de influencia de las naciones en los procesos de toma de decisiones en la economía mundial.

Tanto la geopolítica como la geoeconomía sin embargo, no alcanzan para explicar lo que ocurre en el mundo y encubren o pretenden encubrir, si no se las incorpora a un método dialéctico, la reflexión crítica sobre los contenidos integrales, orgánicos, de la sociedad global, las causas del expansionismo en el sistema capitalista de producción, las transformaciones que han tenido lugar en la composición de las clases sociales y su significación universal, etc.

Las corporaciones productivo financieras originadas en el occidente desarrollado, por ejemplo, son cada vez más, de un modo u otro, todas supranacionales y además de producir bienes y servicios participan también en la esfera especulativa de los procesos de valorización del capital.

La mirada sólo geopolítica o geoeconómica de los intereses geoestratégicos de tal o cual potencia o conglomerado de naciones nada dice sobre lo que está en juego en este momento de la civilización.

Que no es esencialmente el conflicto entre espacios geopolíticos o geoeconómicos, aunque la relación de fuerzas entre complejos industrial militares dependientes de estructuras productivas y estatal nacionales o alianzas regionales (grupos de interés económico ocupados en la captación de un mayor porcentaje de la riqueza global socialmente producida (cada vez más socialmente producida) resulta un elemento relevante de la realidad.

Lo que en el presente momento está esencialmente en juego, resulta necesario subrayarlo, no es el conflicto entre intereses económicos corporativos o entre Estados nacionales con capacidad decisiva de influencia únicamente, es la disputa, por vez primera orgánica, de la dirección del proceso de la civilización entre las elites que gestionan los intereses del capital y que en algunos momentos lo han hecho bastante bien (dirigir al proceso de la civilización) y las representaciones político institucionales de los intereses y necesidades del vasto y heterogéneo mundo del trabajo social, (productores directos, profesionales, asalariados).

Y para que esa disputa no desencadene un tumulto de conflictos fuera de control resulta necesario establecer las reglas de juego de un orden mundial menos desequilibrado a favor de un solo centro de poder, razón por la cual es necesario comprender la entera complejidad de ese fenómeno: la disputa por la dirección del proceso de la civilización entre diferentes clases sociales, conglomerados de tecnoburocracias y jerarquías estatal nacionales de los países con mayor capacidad de imposición de reglas de juego.

La disputa por la dirección del proceso de la civilización es orgánica porque ella no deriva, como en el pasado, únicamente de conflictos entre Estados nación económica e institucionalmente fuertes, sino que responde al carácter ya asentado de un único sistema mundo caracterizado por intercambios y formas de socialización de la producción necesariamente interconectados.

Con los procesos socio económicos ocurre lo mismo que con algunos fenómenos naturales. Como no vemos intuitivamente los efectos del calentamiento global o el uso abusivo de agroquímicos no lo tomamos en cuenta al momento de pensar asuntos concretos, tal cual podría ser por ejemplo el incremento de las reacciones alérgicas a los cambios de estación en las generaciones más jóvenes. No los vemos ahí en la “realidad” visible a simple vista, pero están ahí y únicamente una aproximación científico cultural, dialéctica, torna posible su investigación e interpretación integral.

Con relación al tema que nos ocupa no reparamos en la vida diaria que para extraer madera de Siberia en las proporciones en que demanda la actual población del planeta son necesarios insumos tecnológicos para cuya producción no puede prescindirse de materias primas o tecnologías elaboradas en tal o cual otro lugar de la tierra.

Y que toda pretensión de evitar esa interconexión mediante procedimientos imperialistas o aislacionistas en lugar de mediante reglas de juego que consideren las necesidades de desarrollo integral de todos los integrantes de la tierra organizados en diversos espacios geopolíticos (nunca demasiado armónicos en su interior) no hace más que pretender resolver ideológica o corporativamente problemas ya definitivamente humanos, absolutamente humanos.

El problema entre apariencia y objetividad de los fenómenos, que aquí escolásticamente estamos presentando, tiene enorme significación en la forma en que percibimos la “realidad”, por lo tanto, en la forma en que tomamos decisiones, particularmente en el occidente posmoderno, que ha hecho de la realidad lenguaje…y “puro” lenguaje, sin fuerzas, sin clases, sin intereses, en fin, sin seres humanos productiva (fuerzas biológico tecnológicas), social (clases e intereses) y no sólo cultural, espiritual y político jurídicamente, organizados.

Pero volvamos a los conceptos de geopolítica y geoeconomía para observar qué ocultan, si en lugar de aplicarlos científico culturalmente, los “intervenimos” analítico discursivamente. Es decir, si tomamos a Rusia por lo que Vladimir Putin dice que Rusia es o si tomamos a Estados Unidos por lo que sus tecnoburocracias o en otro extremo, Donald Trump, dicen que es.

Como resulta sencillo comprender, en los “discursos” (que expresan siempre fragmentos de la realidad) algo vamos a percibir sobre Estados Unidos o Rusia, pero no vamos a entender nada de nada sobre los fenómenos, los sucesos, los acontecimientos, los procesos y sus contenidos histórico objetivos. Luego, tomaremos decisiones equivocadas.

El aire en su interioridad orgánica está lleno de vida y movimiento, aunque en él sólo vemos por estos días, algunos pájaros, nubarrones, aviones… y misiles.

De modo que, como ya se ha expresado y no vanamente se reitera, el hecho de que la geopolítica y la geoeconomía estén de moda quizá es el resultado de que mediante ese procedimiento “analítico” se encubre lo esencial: en el mundo está por vez primera seriamente en juego la disputa por la dirección del proceso de la civilización entre el capitalismo corporativo y el cada vez más complejo universo del trabajo productivo social.

Y la complejidad de este fenómeno no puede explicarla orgánicamente ni la geopolítica ni la geoeconomía, disciplinas que adquirieron más y más significación cuando en función de las practicas corporativo monopolistas del nazi fascismo y burocrático autoritarias del estalinismo, el nacionalismo prevaleció sobre el internacionalismo en el movimiento universal de los trabajadores asalariados.

La mediocridad intelectual apabullantemente hegemónica percibe a la disputa por la dirección del proceso de la civilización como un conflicto entre Estados Unidos y China o lo presenta, con resignación, como que por tales o cuales características claro, “geopolíticas y geoeconómicas”, el centro de la economía mundial se traslada de occidente a Asia, pero el contenido principal de los desafíos civilizatorios radica aquí: en la producción cada vez más social (universal) de valor y la apropiación corporativa o semifeudal de esa inmensa y cada vez más sofisticada producción de riqueza.

Para una mirada esquemática el conflicto entre Estados Unidos y China aparece como un conflicto geopolítico o geoeconómico, o con algo más de profundidad, como un conflicto entre el capitalismo corporativo y la representación estatal nacional del trabajo social universal, (capitalismo de Estado orientado a la superación del capitalismo) o como en Rusia, como un capitalismo bonapartista oientado a la preservación de una tradición espiritual y su autonomía estratégica respecto del capitalismo corporativo expansionista), pero esa reflexión “analítica”, no dialéctica, es insuficiente para presentar la complejidad orgánica de los contenidos, de los “intereses” singulares y generales en contradicción.

Para volver a Ucrania, cuando se oiga de especialistas en geopolítica o geoeconomía que Estados Unidos está en crisis, o que Rusia está en crisis, conviene desconfiar del emisor de semejante tonta generalización.

Ni lo uno ni lo otro, aunque cada una de esas naciones que seguirán siendo muy influyentes en el devenir del proceso de la civilización afronta ciertamente serios problemas derivados de los obscenos niveles de concentración de la riqueza, de la prevalencia de la ideología por sobre la ciencia en el estudio de los problemas en los que intervienen, lo que suele conducirlos a un cortoplacismo a veces extremadamente peligroso para los intereses generales de la humanidad.

Precisamente por ello ni Estados Unidos ni Rusia encarnan en el presente los intereses generales de la humanidad y eso genera perturbaciones en sus sistemas institucionales (ataque al Capitolio, lógica militarista, guerra en Ucrania), lo que no justifica sin embargo toda pretensión de relativizar la significación de esas naciones en los movimientos de mediano plazo en el proceso de la civilización. Pero a este vasto problema le dedicaremos alguno de los próximos capítulos, de modo que por ahora alcanza con este apunte.

Uno de los fenómenos que está siendo relevante en el proceso de transición en las relaciones de poder global que efectivamente está teniendo lugar, (pero no porque cambia de tal nación a tal otra) puede describirse como el conflicto interrelacionado entre intereses de clase, geopolíticos, geoeconómicos y culturales: modos de intervenir en el proceso de la civilización o de actuar para obstruirlo, para evitar toda democratización universal de las relaciones sociales y la profundización por lo tanto de los niveles de libertad de los individuos.

Del conflicto de clases de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, (Comuna de París, revoluciones rusa, alemana, china, etc.) del conflicto económico militar entre imperialismos de la primera guerra mundial (modernización capitalista – poderosas estructuras semifeudales precedentes), de la segunda guerra mundial, (reacción contra revolucionaria ultra conservadora tanto a la modernización capitalista como a la revolución proletaria, bolchevique), derivó un fenómeno significativo, la importancia histórica del nacionalismo que prevaleció sobre las practicas democratizadoras de las relaciones sociales a escala universal.

Y como los procesos de democratización de las relaciones sociales quedaron estancados por las debilidades productivas y culturales de las sociedad donde tuvieron lugar las experimentaciones más radicales, y como los procesos de descolonización fueron una necesidad vital para cientos de naciones, el nacionalismo logró representar al sentido común de vastos sectores sociales.

Es uno de los fenómenos que explican la prevalencia de la geopolítica por sobre la reflexión crítica orientada a democratizar las relaciones sociales en todo el planeta, que es la única manera en que puede experimentarse esa aspiración civilizatoria.

Las lógicas estatal nacionales -que fueron históricamente necesarias al momento económico político en que se produce la revolución burguesa- conducen inexorablemente a legitimar la forma de concebir al proceso de la civilización como un eterno conflicto entre "enemigos” y no pueden representar por lo tanto, el interés general de la humanidad.

¿Existe en el presente histórico algún sujeto social o alguna nación o conjunto de naciones que representen en sus prácticas productivo culturales, institucionales, el interés general de la humanidad, como procuraron hacerlo las revoluciones americana y francesa, la revolución bolchevique mientras vivió Lenin y la construcción del Estado social en la Unión Europea en las primeras décadas luego de su conformación?

Sin hurgar rigurosamente en esta inquietud no puede comprenderse la guerra en Ucrania, y, por cierto, casi que ningún fenómeno histórico social.

(Continuará)

 

Nota. - El texto de este borrador de ensayo, como fácilmente puede observarse, está siendo escrito a la apuradas. Nada perturba más a su autor que hacerlo de ese modo. Pero ocurre que si no emerge en la crisis actual una masa crítica lo suficientemente numerosa como para incidir científico culturalmente en los acontecimientos es altamente probable que nos aguarden por lo menos dos décadas de graves sucesos involutivos, radicalmente involutivos.

Fuente: El orden mundial.

martes, 15 de marzo de 2022

¿Ucrania?

Apuntes para intentar comprender la crisis del proceso de la civilización. 

 ¿Ucrania? 

 Capítulo I 

Ucrania no erupcionó sólo como una guerra dramáticamente riesgosa para la especie humana. 

El fluido de lava ardiente que arrastra discursos ideológicos, basura propagandística, ilusiones idealistas, intereses corporativos, dogmatismos irracionalistas, expresa también la cristalización de un ya largo proceso de involución de la humanidad, (aunque no tecnológico, si productivo, cultural y espiritual), caracterizado por un sinnúmero de conflictos de clase, geopolíticos, geoeconómicos y civilizatorios, durante demasiado tiempo despreciados como tales, luego, irresueltos. 

En el curso de estos apuntes procuraremos exponer los que resultan más influyentes en el devenir del proceso de la civilización. Procuremos observar al acontecimiento Ucrania más allá de la guerra y del conflicto geopolítico que la suscitó. Esencialmente, Ucrania expone la inviabilidad socio productiva de las practicas del “expansionismo monopolista corporativo”, que contiene necesariamente militarismo, aunque algunos de los contenidos del viejo imperialismo se hayan modificado luego de la revolución rusa de 1917, los procesos de descolonización y la consolidación de China como experiencia económico productiva e institucional. 

También expresa la degradación científico cultural de los tomadores de decisión occidentales, la pervivencia (degradante para sus propios intereses) de resentimientos históricos en buena parte de las elites orientales, la peligrosidad de las formas de mundialización de la economía que no contemplan los conflictos derivados del desarrollo desigual, la apabullante vulnerabilidad de los individuos alienados psico socialmente a las lógicas todavía no históricamente innecesarias, pero cuya superación puede comenzar a programarse, de las formas de reproducción / acumulación del capital. 

El sistema capitalista de producción no será “superado” hasta que no surjan de su propio entramado los embriones de formas asociativas cuyo propósito no sea la valorización del capital en interés de quienes disponen centralizadamente de él, pero que, sin embargo, cumplan la función social de satisfacer las necesidades generales de reproducción y perfeccionamiento de las condiciones de existencia de la humanidad: tecnológicas, organizacionales, ambientales y culturales. 

El acumulado de conflictos irresueltos, (algunos porque no es posible todavía material ni socio culturalmente resolverlos, pero otros porque poderosos intereses creados intervienen para evitar que lo sean) en este momento de la Historia, “vitalizan” al militarismo como “industria” rentable y necesaria para asegurar la valorización geopolíticamente competitiva del capital, pero, asimismo, pone en evidencia las consecuencias envilecedoras de las formas de la racionalidad social, sobre todo del occidente desarrollado, de una Historia social y políticamente interpretada sin rigor científico. 

Como si todo esto, que se irá exponiendo más detalladamente en el curso del escrito, fuese poco, la humanidad, muy mayoritariamente, protagoniza y padece una profunda crisis del Estado nacional jerárquico clásico, un deterioro de la relación orgánica especie – naturaleza y una disputa, todavía más geopolítica y geoeconómica que civilizatoria, (se referirá en profundidad al contenido de estos conceptos más adelante), entre las lógicas del capital y las lógicas del trabajo social productivo. 

De las revolucionarias e intelectual y espiritualmente democratizadoras luminosidades de la “ilustración” y la primera modernidad el occidente desarrollado ha derivado hacia el capitalismo posmoderno, caracterizado ideológicamente por el relativismo cultural, el darwinismo social y últimamente, por la reaparición del ultraconservadurismo antidemocrático en expresiones neofascistas, neofranquistas o neonazis. 

El oriente europeo (y varios países islámicos y del Asia, a excepción de China), quizá como respuesta a este otro fenómeno, mientras tanto, de los esfuerzos revolucionarios por experimentar procesos descolonzadores o de democratización de las relaciones sociales (que en la URSS el estalinismo degradó hasta la caricatura al incorporar a sus prácticas modos institucionales y culturales semifeudales y contenidos nacionalistas y autoritarios), incursiona ahora en un tradicionalismo conservador que rememora los períodos previos a la estrepitosa caída de todos los imperios militaristas. 

(El énfasis militarista era por lo genera el resultado de su impotencia productiva, de su incapacidad para dinamizar la producción de valor democratizando las relaciones sociales). Así le ocurrió a Roma y luego al Reino Unido. 

Ese componente está interviniendo hoy en la crisis civilizatoria de modo muy relevante, aunque no afecta por igual a todas las naciones. 

Así, en el mundo entero, al militarismo de los Estados donde se concentran las principales compañías del capitalismo corporativo se le opone el militarismo de la renta de la tierra, tanto en cuanto recurso necesario para la producción de alimentos como de insumos energéticos y minerales. 

Y esto ocurre, y no es casual que ocurra, sino que es una reacción en cadena ante los cambios tectónicos en la estructura productiva, protagonizado por grupos de privilegio jerárquicos cada vez más parasitarios, cuando la civilización ha generado ya las condiciones para producir abundancia, es decir, para superar las lógicas competitivas y sustituirlas por lógicas colaborativas que eleven hasta su más altas cumbres a la potencia creativa del fenómeno humano. 

Desde el “macartismo” en adelante, con mayor o menor intensidad, buena parte de las elites occidentales vienen promoviendo, las más de las veces inconscientemente, en sustitución de las lógicas humanistas de la ilustración, la lógica amigo – enemigo del teórico nazi Karl Schmitt.

Lógica que, naturalmente, no puede conducir a otra cosa que a acentuar la crisis social global derivada de las desigualdades estructurales, fenómeno ya suficientemente desafiante como para añadirle todavía practicas político militares derivadas del “supremasismo” propio del darwinismo social como ideología dominante. 

Cuando el otro es un enemigo es porque el que califica se atribuye superioridad. 

En oriente, como puede observarse en las practicas institucionales de la mayoría de las naciones de esa región cultural, se acentúa el antiguo y cada vez más anacrónico despotismo oriental, pues aunque organizado en formas estamentales crea apariencia de estabilidad institucional, orgánicamente no es capaz de resolver la creación dinámica de valor. 

A mediano plazo por ello mismo, no produce estabilidad, pues todas las formas estamentales de organización de la sociedad debilitan el dinamismo innovador de las mismas. 

De tal suerte, no tiene lugar en el mundo ningún “choque de civilizaciones”, sino un ya inoperante choque de intereses singularistas que tuvieron un fundamento en la forma competitiva en que tuvo lugar el proceso de la civilización, pero que resultan “autodestructivos” en el actual estado de integración social de la economía mundial. 

Es necesario hacer notar, aunque no es la finalidad de este primer capítulo, que como el lector observará prioriza la exposición de algunas generalizaciones con el objeto de presentar la totalidad, y no la dramática anécdota, que lo que ocurre actualmente en Europa contiene, puede decirse, putrefacciones del pasado, lodos de los fenómenos que produjeron dos guerras mundiales, y que fueron trabajados ideológica y propagandísticamente, pero no procesados civilizatoriamente. 

El conflicto entre modernización capitalista y conservadurismo semifeudal, el conflicto entre los intereses del capital monopolista y la sociedad humana genérica, el conflicto entre humanismo y nacionalismo, entre democratización de las relaciones sociales y concentración de la riqueza y el poder…por citar los más relevantes. 

En los enunciados precedentes aparecen, se exponen, un conjunto importante de fenómenos, de nudos civilizatorios complejos, extremadamente complejos, que el autor, en primer lugar en el afán por comprender él mismo lo que ocurre en el mundo que abrió la guerra en Ucrania, se esforzará por desatar. 

Salvar al acumulado democrático revolucionario de los últimos siglos requiere un serio esfuerzo teórico político que, ciertamente, no será “resuelto” por ningún pensador aislado, sino que únicamente puede producirse colaborativamente para que sea luego interiorizado y perfeccionado en la práctica por un nuevo sujeto social universal policlasista y plural que tome a su cargo la praxis orientada a democratizar las relaciones sociales en el planeta entero. 

Las líneas que siguen también se esfuerzan por aportar a ese objetivo, del cual depende el futuro de la humanidad. El desafío que afronta en todos los planos la especie humana en tanto especie humana no se resuelve con declamaciones dogmáticas, pragmatismo acientífico, ni siguiendo acríticamente inercias funcionales propias de un tiempo histórico que en muchas esferas no se corresponde con el que caracteriza al presente. 

Nota 1- La disputa por modificar la excesiva predominancia del dólar como moneda de reserva, ya sin la misma consistencia productiva e institucional de la economía de Estados Unidos, la debilidad estratégica de Europa, la emergencia de China como potencia mundial consolidada, la utilización de algunos actores de la sociedad ucraniana para debilitar a Europa y balcanizar a Rusia, la vulgata sobre “oligarcas, plutocracias, corporaciones monopolistas y magnates”, y otros temas de esa índole, que son los tópicos de los massmedia, serán sucintamente analizados en el texto de este ensayito, pero todos esos “asuntos” se tornan en reseca hojarasca, si no se encuadran en un análisis de los nudos y dialécticas de conflicto que explican su contenido real.

Nota 2.- En el transcurso de las próximas semanas este abigarrado texto irá siendo modificado hasta alcanzar, quizá antes del fin de este año plagado de acontecimientos disruptivos, su versión “final”.