Apuntes
para intentar comprender la crisis del proceso de la civilización (II)
Ucrania: ¿una
crisis meramente geopolítica?
Capítulo
II
La guerra
en Ucrania despertó un cierto interés por la geopolítica como especialización enfocada
en el análisis “realista” de los contenidos que “explican” los conflictos entre
naciones o grupos de naciones entre sí.
Desde el
punto de vista científico cultural sin embargo, cuanto más mundo es el mundo
más incompleta es la “geopolítica” para explicar la complejidad integral de los
procesos globales, aunque esa disciplina puede añadir calidad de información útil
al análisis de tal o cual acontecimiento, sobre todo si incorpora la historicidad
de los conflictos.
Quizá por
su ostensible debilidad interpretativa, desde hace unas décadas comenzó a
desarrollarse otra disciplina, la “geoeconomía”, orientada a enfatizar no tanto
el estudio de los conflictos histórico culturales, entre tradiciones
espirituales, para decirlo rápido, como los económico estructurales, entre
comunidades productivas, que, naturalmente, necesitan asegurar su reproducción
y perfeccionar sus condiciones de existencia preservando un espacio territorial
donde desenvolverse.
Por
ejemplo, cuánto influye en los conflictos globales la disponibilidad en tal o
cual región de tales y cuales recursos naturales, potencialidades productivas,
perspectivas de desarrollo tecnológico, (y no sólo qué rasgos identitarios hegemónicos
caracterizan a una sociedad singular y qué influencia tienen o pueden tener
ellos en su devenir), en tanto insumos necesarios para la comprensión de la
capacidad de influencia de las naciones en los procesos de toma de decisiones
en la economía mundial.
Tanto la
geopolítica como la geoeconomía sin embargo, no alcanzan para explicar lo que
ocurre en el mundo y encubren o pretenden encubrir, si no se las incorpora a un
método dialéctico, la reflexión crítica sobre los contenidos integrales,
orgánicos, de la sociedad global, las causas del expansionismo en el sistema
capitalista de producción, las transformaciones que han tenido lugar en la
composición de las clases sociales y su significación universal, etc.
Las
corporaciones productivo financieras originadas en el occidente
desarrollado, por ejemplo, son cada vez más, de un modo u otro, todas
supranacionales y además de producir bienes y servicios participan también en la esfera especulativa de los procesos de valorización del capital.
La mirada
sólo geopolítica o geoeconómica de los intereses geoestratégicos de tal o cual
potencia o conglomerado de naciones nada dice sobre lo que está en juego en
este momento de la civilización.
Que no es
esencialmente el conflicto entre espacios geopolíticos o geoeconómicos, aunque
la relación de fuerzas entre complejos industrial militares dependientes de
estructuras productivas y estatal nacionales o alianzas regionales (grupos de
interés económico ocupados en la captación de un mayor porcentaje de la riqueza
global socialmente producida (cada vez más socialmente producida) resulta un
elemento relevante de la realidad.
Lo que en
el presente momento está esencialmente en juego, resulta necesario subrayarlo, no
es el conflicto entre intereses económicos corporativos o entre Estados
nacionales con capacidad decisiva de influencia únicamente, es la disputa, por
vez primera orgánica, de la dirección del proceso de la civilización entre las
elites que gestionan los intereses del capital y que en algunos momentos lo han
hecho bastante bien (dirigir al proceso de la civilización) y las
representaciones político institucionales de los intereses y necesidades del vasto y heterogéneo
mundo del trabajo social, (productores directos, profesionales, asalariados).
Y para
que esa disputa no desencadene un tumulto de conflictos fuera de control
resulta necesario establecer las reglas de juego de un orden mundial menos
desequilibrado a favor de un solo centro de poder, razón por la cual es
necesario comprender la entera complejidad de ese fenómeno: la disputa por la
dirección del proceso de la civilización entre diferentes clases sociales, conglomerados
de tecnoburocracias y jerarquías estatal nacionales de los países con mayor
capacidad de imposición de reglas de juego.
La
disputa por la dirección del proceso de la civilización es orgánica porque ella
no deriva, como en el pasado, únicamente de conflictos entre Estados nación
económica e institucionalmente fuertes, sino que responde al carácter ya
asentado de un único sistema mundo caracterizado por intercambios y formas de
socialización de la producción necesariamente interconectados.
Con los procesos
socio económicos ocurre lo mismo que con algunos fenómenos naturales. Como no
vemos intuitivamente los efectos del calentamiento global o el uso abusivo de
agroquímicos no lo tomamos en cuenta al momento de pensar asuntos concretos, tal
cual podría ser por ejemplo el incremento de las reacciones alérgicas a los cambios
de estación en las generaciones más jóvenes. No los vemos ahí en la “realidad”
visible a simple vista, pero están ahí y únicamente una aproximación científico
cultural, dialéctica, torna posible su investigación e interpretación integral.
Con
relación al tema que nos ocupa no reparamos en la vida diaria que para extraer
madera de Siberia en las proporciones en que demanda la actual población del
planeta son necesarios insumos tecnológicos para cuya producción no puede
prescindirse de materias primas o tecnologías elaboradas en tal o cual otro lugar
de la tierra.
Y que
toda pretensión de evitar esa interconexión mediante procedimientos imperialistas
o aislacionistas en lugar de mediante reglas de juego que consideren las
necesidades de desarrollo integral de todos los integrantes de la tierra
organizados en diversos espacios geopolíticos (nunca demasiado armónicos en su
interior) no hace más que pretender resolver ideológica o corporativamente problemas
ya definitivamente humanos, absolutamente humanos.
El
problema entre apariencia y objetividad de los fenómenos, que aquí escolásticamente
estamos presentando, tiene enorme significación en la forma en que percibimos
la “realidad”, por lo tanto, en la forma en que tomamos decisiones, particularmente
en el occidente posmoderno, que ha hecho de la realidad lenguaje…y “puro”
lenguaje, sin fuerzas, sin clases, sin intereses, en fin, sin seres humanos
productiva (fuerzas biológico tecnológicas), social (clases e intereses) y no sólo
cultural, espiritual y político jurídicamente, organizados.
Pero
volvamos a los conceptos de geopolítica y geoeconomía para observar qué ocultan,
si en lugar de aplicarlos científico culturalmente, los “intervenimos” analítico
discursivamente. Es decir, si tomamos a Rusia por lo que Vladimir Putin dice
que Rusia es o si tomamos a Estados Unidos por lo que sus tecnoburocracias o en
otro extremo, Donald Trump, dicen que es.
Como resulta
sencillo comprender, en los “discursos” (que expresan siempre fragmentos de la
realidad) algo vamos a percibir sobre Estados Unidos o Rusia, pero no vamos a
entender nada de nada sobre los fenómenos, los sucesos, los acontecimientos,
los procesos y sus contenidos histórico objetivos. Luego, tomaremos decisiones
equivocadas.
El aire
en su interioridad orgánica está lleno de vida y movimiento, aunque en él sólo vemos
por estos días, algunos pájaros, nubarrones, aviones… y misiles.
De modo
que, como ya se ha expresado y no vanamente se reitera, el hecho de que la
geopolítica y la geoeconomía estén de moda quizá es el resultado de que
mediante ese procedimiento “analítico” se encubre lo esencial: en el mundo está
por vez primera seriamente en juego la disputa por la dirección del proceso de
la civilización entre el capitalismo corporativo y el cada vez más complejo
universo del trabajo productivo social.
Y la
complejidad de este fenómeno no puede explicarla orgánicamente ni la
geopolítica ni la geoeconomía, disciplinas que adquirieron más y más
significación cuando en función de las practicas corporativo monopolistas del
nazi fascismo y burocrático autoritarias del estalinismo, el nacionalismo prevaleció
sobre el internacionalismo en el movimiento universal de los trabajadores
asalariados.
La
mediocridad intelectual apabullantemente hegemónica percibe a la disputa por la
dirección del proceso de la civilización como un conflicto entre Estados Unidos
y China o lo presenta, con resignación, como que por tales o cuales
características claro, “geopolíticas y geoeconómicas”, el centro de la economía
mundial se traslada de occidente a Asia, pero el contenido principal de los
desafíos civilizatorios radica aquí: en la producción cada vez más social (universal)
de valor y la apropiación corporativa o semifeudal de esa inmensa y cada vez
más sofisticada producción de riqueza.
Para una
mirada esquemática el conflicto entre Estados Unidos y China aparece como un
conflicto geopolítico o geoeconómico, o con algo más de profundidad, como un
conflicto entre el capitalismo corporativo y la representación estatal nacional
del trabajo social universal, (capitalismo de Estado orientado a la superación
del capitalismo) o como en Rusia, como un capitalismo bonapartista oientado a la preservación de una tradición espiritual
y su autonomía estratégica respecto del capitalismo corporativo expansionista),
pero esa reflexión “analítica”, no dialéctica, es insuficiente para presentar
la complejidad orgánica de los contenidos, de los “intereses” singulares y
generales en contradicción.
Para
volver a Ucrania, cuando se oiga de especialistas en geopolítica o geoeconomía
que Estados Unidos está en crisis, o que Rusia está en crisis, conviene desconfiar
del emisor de semejante tonta generalización.
Ni lo uno
ni lo otro, aunque cada una de esas naciones que seguirán siendo muy
influyentes en el devenir del proceso de la civilización afronta ciertamente
serios problemas derivados de los obscenos niveles de concentración de la
riqueza, de la prevalencia de la ideología por sobre la ciencia en el estudio
de los problemas en los que intervienen, lo que suele conducirlos a un
cortoplacismo a veces extremadamente peligroso para los intereses generales de
la humanidad.
Precisamente
por ello ni Estados Unidos ni Rusia encarnan en el presente los intereses
generales de la humanidad y eso genera perturbaciones en sus sistemas
institucionales (ataque al Capitolio, lógica militarista, guerra en Ucrania), lo
que no justifica sin embargo toda pretensión de relativizar la significación de
esas naciones en los movimientos de mediano plazo en el proceso de la
civilización. Pero a este vasto problema le dedicaremos alguno de los próximos
capítulos, de modo que por ahora alcanza con este apunte.
Uno de
los fenómenos que está siendo relevante en el proceso de transición en las
relaciones de poder global que efectivamente está teniendo lugar, (pero no
porque cambia de tal nación a tal otra) puede describirse como el conflicto
interrelacionado entre intereses de clase, geopolíticos, geoeconómicos y
culturales: modos de intervenir en el proceso de la civilización o de actuar
para obstruirlo, para evitar toda democratización universal de las relaciones
sociales y la profundización por lo tanto de los niveles de libertad de los
individuos.
Del conflicto
de clases de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, (Comuna de París,
revoluciones rusa, alemana, china, etc.) del conflicto económico militar entre
imperialismos de la primera guerra mundial (modernización capitalista – poderosas estructuras
semifeudales precedentes), de la segunda guerra mundial, (reacción contra
revolucionaria ultra conservadora tanto a la modernización capitalista como a
la revolución proletaria, bolchevique), derivó un fenómeno significativo, la
importancia histórica del nacionalismo que prevaleció sobre las practicas democratizadoras de las relaciones sociales a escala universal.
Y como
los procesos de democratización de las relaciones sociales quedaron estancados por
las debilidades productivas y culturales de las sociedad donde tuvieron lugar
las experimentaciones más radicales, y como los procesos de descolonización
fueron una necesidad vital para cientos de naciones, el nacionalismo logró
representar al sentido común de vastos sectores sociales.
Es uno de
los fenómenos que explican la prevalencia de la geopolítica por sobre la
reflexión crítica orientada a democratizar las relaciones sociales en todo el
planeta, que es la única manera en que puede experimentarse esa aspiración
civilizatoria.
Las lógicas
estatal nacionales -que fueron históricamente necesarias al momento económico político
en que se produce la revolución burguesa- conducen inexorablemente a legitimar la
forma de concebir al proceso de la civilización como un eterno conflicto entre
"enemigos” y no pueden representar por lo tanto, el interés general de la
humanidad.
¿Existe
en el presente histórico algún sujeto social o alguna nación o conjunto de
naciones que representen en sus prácticas productivo culturales,
institucionales, el interés general de la humanidad, como procuraron hacerlo las
revoluciones americana y francesa, la revolución bolchevique mientras vivió
Lenin y la construcción del Estado social en la Unión Europea en las primeras décadas luego de su conformación?
Sin
hurgar rigurosamente en esta inquietud no puede comprenderse la guerra en
Ucrania, y, por cierto, casi que ningún fenómeno histórico social.
(Continuará)
Nota. - El
texto de este borrador de ensayo, como fácilmente puede observarse, está siendo
escrito a la apuradas. Nada perturba más a su autor que hacerlo de ese modo.
Pero ocurre que si no emerge en la crisis actual una masa crítica lo suficientemente
numerosa como para incidir científico culturalmente en los acontecimientos es
altamente probable que nos aguarden por lo menos dos décadas de graves sucesos
involutivos, radicalmente involutivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario