domingo, 20 de marzo de 2022

Ucrania: ¿una crisis meramente geopolítica?

 

Apuntes para intentar comprender la crisis del proceso de la civilización (II)

Ucrania: ¿una crisis meramente geopolítica?

Capítulo II

La guerra en Ucrania despertó un cierto interés por la geopolítica como especialización enfocada en el análisis “realista” de los contenidos que “explican” los conflictos entre naciones o grupos de naciones entre sí.

Desde el punto de vista científico cultural sin embargo, cuanto más mundo es el mundo más incompleta es la “geopolítica” para explicar la complejidad integral de los procesos globales, aunque esa disciplina puede añadir calidad de información útil al análisis de tal o cual acontecimiento, sobre todo si incorpora la historicidad de los conflictos.

Quizá por su ostensible debilidad interpretativa, desde hace unas décadas comenzó a desarrollarse otra disciplina, la “geoeconomía”, orientada a enfatizar no tanto el estudio de los conflictos histórico culturales, entre tradiciones espirituales, para decirlo rápido, como los económico estructurales, entre comunidades productivas, que, naturalmente, necesitan asegurar su reproducción y perfeccionar sus condiciones de existencia preservando un espacio territorial donde desenvolverse.

Por ejemplo, cuánto influye en los conflictos globales la disponibilidad en tal o cual región de tales y cuales recursos naturales, potencialidades productivas, perspectivas de desarrollo tecnológico, (y no sólo qué rasgos identitarios hegemónicos caracterizan a una sociedad singular y qué influencia tienen o pueden tener ellos en su devenir), en tanto insumos necesarios para la comprensión de la capacidad de influencia de las naciones en los procesos de toma de decisiones en la economía mundial.

Tanto la geopolítica como la geoeconomía sin embargo, no alcanzan para explicar lo que ocurre en el mundo y encubren o pretenden encubrir, si no se las incorpora a un método dialéctico, la reflexión crítica sobre los contenidos integrales, orgánicos, de la sociedad global, las causas del expansionismo en el sistema capitalista de producción, las transformaciones que han tenido lugar en la composición de las clases sociales y su significación universal, etc.

Las corporaciones productivo financieras originadas en el occidente desarrollado, por ejemplo, son cada vez más, de un modo u otro, todas supranacionales y además de producir bienes y servicios participan también en la esfera especulativa de los procesos de valorización del capital.

La mirada sólo geopolítica o geoeconómica de los intereses geoestratégicos de tal o cual potencia o conglomerado de naciones nada dice sobre lo que está en juego en este momento de la civilización.

Que no es esencialmente el conflicto entre espacios geopolíticos o geoeconómicos, aunque la relación de fuerzas entre complejos industrial militares dependientes de estructuras productivas y estatal nacionales o alianzas regionales (grupos de interés económico ocupados en la captación de un mayor porcentaje de la riqueza global socialmente producida (cada vez más socialmente producida) resulta un elemento relevante de la realidad.

Lo que en el presente momento está esencialmente en juego, resulta necesario subrayarlo, no es el conflicto entre intereses económicos corporativos o entre Estados nacionales con capacidad decisiva de influencia únicamente, es la disputa, por vez primera orgánica, de la dirección del proceso de la civilización entre las elites que gestionan los intereses del capital y que en algunos momentos lo han hecho bastante bien (dirigir al proceso de la civilización) y las representaciones político institucionales de los intereses y necesidades del vasto y heterogéneo mundo del trabajo social, (productores directos, profesionales, asalariados).

Y para que esa disputa no desencadene un tumulto de conflictos fuera de control resulta necesario establecer las reglas de juego de un orden mundial menos desequilibrado a favor de un solo centro de poder, razón por la cual es necesario comprender la entera complejidad de ese fenómeno: la disputa por la dirección del proceso de la civilización entre diferentes clases sociales, conglomerados de tecnoburocracias y jerarquías estatal nacionales de los países con mayor capacidad de imposición de reglas de juego.

La disputa por la dirección del proceso de la civilización es orgánica porque ella no deriva, como en el pasado, únicamente de conflictos entre Estados nación económica e institucionalmente fuertes, sino que responde al carácter ya asentado de un único sistema mundo caracterizado por intercambios y formas de socialización de la producción necesariamente interconectados.

Con los procesos socio económicos ocurre lo mismo que con algunos fenómenos naturales. Como no vemos intuitivamente los efectos del calentamiento global o el uso abusivo de agroquímicos no lo tomamos en cuenta al momento de pensar asuntos concretos, tal cual podría ser por ejemplo el incremento de las reacciones alérgicas a los cambios de estación en las generaciones más jóvenes. No los vemos ahí en la “realidad” visible a simple vista, pero están ahí y únicamente una aproximación científico cultural, dialéctica, torna posible su investigación e interpretación integral.

Con relación al tema que nos ocupa no reparamos en la vida diaria que para extraer madera de Siberia en las proporciones en que demanda la actual población del planeta son necesarios insumos tecnológicos para cuya producción no puede prescindirse de materias primas o tecnologías elaboradas en tal o cual otro lugar de la tierra.

Y que toda pretensión de evitar esa interconexión mediante procedimientos imperialistas o aislacionistas en lugar de mediante reglas de juego que consideren las necesidades de desarrollo integral de todos los integrantes de la tierra organizados en diversos espacios geopolíticos (nunca demasiado armónicos en su interior) no hace más que pretender resolver ideológica o corporativamente problemas ya definitivamente humanos, absolutamente humanos.

El problema entre apariencia y objetividad de los fenómenos, que aquí escolásticamente estamos presentando, tiene enorme significación en la forma en que percibimos la “realidad”, por lo tanto, en la forma en que tomamos decisiones, particularmente en el occidente posmoderno, que ha hecho de la realidad lenguaje…y “puro” lenguaje, sin fuerzas, sin clases, sin intereses, en fin, sin seres humanos productiva (fuerzas biológico tecnológicas), social (clases e intereses) y no sólo cultural, espiritual y político jurídicamente, organizados.

Pero volvamos a los conceptos de geopolítica y geoeconomía para observar qué ocultan, si en lugar de aplicarlos científico culturalmente, los “intervenimos” analítico discursivamente. Es decir, si tomamos a Rusia por lo que Vladimir Putin dice que Rusia es o si tomamos a Estados Unidos por lo que sus tecnoburocracias o en otro extremo, Donald Trump, dicen que es.

Como resulta sencillo comprender, en los “discursos” (que expresan siempre fragmentos de la realidad) algo vamos a percibir sobre Estados Unidos o Rusia, pero no vamos a entender nada de nada sobre los fenómenos, los sucesos, los acontecimientos, los procesos y sus contenidos histórico objetivos. Luego, tomaremos decisiones equivocadas.

El aire en su interioridad orgánica está lleno de vida y movimiento, aunque en él sólo vemos por estos días, algunos pájaros, nubarrones, aviones… y misiles.

De modo que, como ya se ha expresado y no vanamente se reitera, el hecho de que la geopolítica y la geoeconomía estén de moda quizá es el resultado de que mediante ese procedimiento “analítico” se encubre lo esencial: en el mundo está por vez primera seriamente en juego la disputa por la dirección del proceso de la civilización entre el capitalismo corporativo y el cada vez más complejo universo del trabajo productivo social.

Y la complejidad de este fenómeno no puede explicarla orgánicamente ni la geopolítica ni la geoeconomía, disciplinas que adquirieron más y más significación cuando en función de las practicas corporativo monopolistas del nazi fascismo y burocrático autoritarias del estalinismo, el nacionalismo prevaleció sobre el internacionalismo en el movimiento universal de los trabajadores asalariados.

La mediocridad intelectual apabullantemente hegemónica percibe a la disputa por la dirección del proceso de la civilización como un conflicto entre Estados Unidos y China o lo presenta, con resignación, como que por tales o cuales características claro, “geopolíticas y geoeconómicas”, el centro de la economía mundial se traslada de occidente a Asia, pero el contenido principal de los desafíos civilizatorios radica aquí: en la producción cada vez más social (universal) de valor y la apropiación corporativa o semifeudal de esa inmensa y cada vez más sofisticada producción de riqueza.

Para una mirada esquemática el conflicto entre Estados Unidos y China aparece como un conflicto geopolítico o geoeconómico, o con algo más de profundidad, como un conflicto entre el capitalismo corporativo y la representación estatal nacional del trabajo social universal, (capitalismo de Estado orientado a la superación del capitalismo) o como en Rusia, como un capitalismo bonapartista oientado a la preservación de una tradición espiritual y su autonomía estratégica respecto del capitalismo corporativo expansionista), pero esa reflexión “analítica”, no dialéctica, es insuficiente para presentar la complejidad orgánica de los contenidos, de los “intereses” singulares y generales en contradicción.

Para volver a Ucrania, cuando se oiga de especialistas en geopolítica o geoeconomía que Estados Unidos está en crisis, o que Rusia está en crisis, conviene desconfiar del emisor de semejante tonta generalización.

Ni lo uno ni lo otro, aunque cada una de esas naciones que seguirán siendo muy influyentes en el devenir del proceso de la civilización afronta ciertamente serios problemas derivados de los obscenos niveles de concentración de la riqueza, de la prevalencia de la ideología por sobre la ciencia en el estudio de los problemas en los que intervienen, lo que suele conducirlos a un cortoplacismo a veces extremadamente peligroso para los intereses generales de la humanidad.

Precisamente por ello ni Estados Unidos ni Rusia encarnan en el presente los intereses generales de la humanidad y eso genera perturbaciones en sus sistemas institucionales (ataque al Capitolio, lógica militarista, guerra en Ucrania), lo que no justifica sin embargo toda pretensión de relativizar la significación de esas naciones en los movimientos de mediano plazo en el proceso de la civilización. Pero a este vasto problema le dedicaremos alguno de los próximos capítulos, de modo que por ahora alcanza con este apunte.

Uno de los fenómenos que está siendo relevante en el proceso de transición en las relaciones de poder global que efectivamente está teniendo lugar, (pero no porque cambia de tal nación a tal otra) puede describirse como el conflicto interrelacionado entre intereses de clase, geopolíticos, geoeconómicos y culturales: modos de intervenir en el proceso de la civilización o de actuar para obstruirlo, para evitar toda democratización universal de las relaciones sociales y la profundización por lo tanto de los niveles de libertad de los individuos.

Del conflicto de clases de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, (Comuna de París, revoluciones rusa, alemana, china, etc.) del conflicto económico militar entre imperialismos de la primera guerra mundial (modernización capitalista – poderosas estructuras semifeudales precedentes), de la segunda guerra mundial, (reacción contra revolucionaria ultra conservadora tanto a la modernización capitalista como a la revolución proletaria, bolchevique), derivó un fenómeno significativo, la importancia histórica del nacionalismo que prevaleció sobre las practicas democratizadoras de las relaciones sociales a escala universal.

Y como los procesos de democratización de las relaciones sociales quedaron estancados por las debilidades productivas y culturales de las sociedad donde tuvieron lugar las experimentaciones más radicales, y como los procesos de descolonización fueron una necesidad vital para cientos de naciones, el nacionalismo logró representar al sentido común de vastos sectores sociales.

Es uno de los fenómenos que explican la prevalencia de la geopolítica por sobre la reflexión crítica orientada a democratizar las relaciones sociales en todo el planeta, que es la única manera en que puede experimentarse esa aspiración civilizatoria.

Las lógicas estatal nacionales -que fueron históricamente necesarias al momento económico político en que se produce la revolución burguesa- conducen inexorablemente a legitimar la forma de concebir al proceso de la civilización como un eterno conflicto entre "enemigos” y no pueden representar por lo tanto, el interés general de la humanidad.

¿Existe en el presente histórico algún sujeto social o alguna nación o conjunto de naciones que representen en sus prácticas productivo culturales, institucionales, el interés general de la humanidad, como procuraron hacerlo las revoluciones americana y francesa, la revolución bolchevique mientras vivió Lenin y la construcción del Estado social en la Unión Europea en las primeras décadas luego de su conformación?

Sin hurgar rigurosamente en esta inquietud no puede comprenderse la guerra en Ucrania, y, por cierto, casi que ningún fenómeno histórico social.

(Continuará)

 

Nota. - El texto de este borrador de ensayo, como fácilmente puede observarse, está siendo escrito a la apuradas. Nada perturba más a su autor que hacerlo de ese modo. Pero ocurre que si no emerge en la crisis actual una masa crítica lo suficientemente numerosa como para incidir científico culturalmente en los acontecimientos es altamente probable que nos aguarden por lo menos dos décadas de graves sucesos involutivos, radicalmente involutivos.

Fuente: El orden mundial.

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