lunes, 17 de febrero de 2025

 


Pepe Mujica y el futuro de la humanidad

Capítulo III

En febrero de 2025 comenzó a implosionar la estructura y la lógica del mundo gestionado por una aristocracia tecnoburocrática global meramente ocupada en reproducir el proceso de valorización del capital en beneficio de algunas miles de corporaciones y de muy pocas naciones desarrolladas que disponían de sus fuerzas institucionales y su influencia en otras internacionales para ese fin.

El actor desestabilizador de esa construcción que hizo de la hipocresía un estilo no fue el movimiento popular orientado a democratizar las relaciones sociales sino una fuerza clásica que tampoco los toleraba más: las fuerzas del cielo, es decir, la aristocracia feudal reconvertida. O eso parece, porque las cosas son más complejas.

El momento neoliberal que antecedió a esta crisis tuvo fases en que propició un notable incremento del comercio, fenómeno del que parecían beneficiarse la mayor parte de los países, hasta que el nivel de concentración del capital en esas pocas corporaciones y naciones puso en crisis a todos aquellos estados nacionales que no lograron implementar niveles suficientes de desarrollo para sostener economías estables.

Se inició entonces un tiempo de transición en el que una de las fuerzas propulsoras opera según lógicas del darwinismo social puro y duro y que está dispuesta por ello mismo a arrasar con todo el acumulado político cultural civilizatorio que se inició hace siglos durante la ilustración y que tuvo sus décadas gloriosas en la posguerra como consecuencia de la lucha pujante del movimiento obrero en sus épocas de mayor madures.

En un lejano futuro los historiadores debatirán si la implosión sistémica tuvo lugar cuando en un exceso de centralización del poder y por ello mismo de petulancia, el occidente desarrollado organizado en la OTAN hizo una jugada de más elaborando una estrategia para disgregar a la Rusia postsoviética o si la emergencia de China como potencia mundial hizo inviable la continuidad de los obscenos niveles de concentración de la riqueza que habían puesto a los países desarrollados en ese lugar de autocomplacencia petulante.

En todo caso algo nuevo quedó expuesto cuando el 4 de febrero de 2025 Donald Trump, flanqueado por Benjamin Netanyahu, anunció que construiría lo que parecía imaginar como un paraíso lúdico en la “magnifica” costa de Gaza… Antes había usado la lógica del “empresario guerrero” para explicar que las necesidades del “espacio vital” territorial norteamericano exigía al gobierno de ese país disponer de Groenlandia y el canal de Panamá.

El concepto de legitimación del negocio inmobiliario sobre las ruinas de Gaza, además de esgrimir causas competitivas geopolíticas se basó en una premisa sencilla, contra el aporte económico a la guerra, una contraprestación territorial. Unos días después Trump abrió negociaciones de paz para la guerra en Ucrania exigiendo a cambio de los quinientos mil millones de dólares puestos por Estados Unidos para respaldar al criminal nacionalismo pequeño burgués ucraniano pro-OTAN la propiedad contractual de la mitad de las “tierras raras” …

¿Y Europa? “Al carajo Europa”, su “euro” y su oportunismo, que pretendió erigirse en faro de civilización trasladando los costos al resto del mundo y organizando el asalto final sobre la renta de la tierra, es decir, sobre la propiedad de la tierra, expresaban con estas u otras palabras similares los voceros del nuevo estilo de gobernanza mundial.

Lo que hasta ese mes que inauguraba el segundo cuarto del siglo XXI se percibía de manera vaga como una transición o varias transiciones simultáneas, una geopolítica, de un poder radicalmente hegemónico a una mesa de varios jugadores con intereses de clase y económico nacionales diferentes, una científico técnica con efectos tectónicos, y una político cultural, la crisis universal de las formas democráticas sustentadas en decisiones más o menos consensuadas por el cuerpo político de las naciones Estado con todo su aparato burocrático y su pretensión de normativizarlo todo, comenzó a desenvolverse según la crudeza pura y dura de relaciones de poder no encubiertas en discursos ideológicos.

Hasta esas semanas, la humanidad había participado, entre el cinismo de las elites de los países desarrollados de occidente y la inocencia de buena parte de la sociedad mundial, de una dialéctica complejísima entre imposición neo imperialista de reglas de juego favorables a los grupos de privilegio con mayor capacidad de influencia y el esfuerzo objetivo de producir orientaciones político-jurídicas civilizatorias para ir encontrando caminos de superación de los antagonismos irresueltos entre capital, renta de la tierra y trabajo asalariado y entre países ultra desarrollados y países en desarrollo.

La era de la crudeza de lo real materialmente objetivo por sobre las ambigüedades idealistas, la del movimiento histórico de la lucha de clases con sus contenidos tradicionales, capital, renta de la tierra – fuerza militar, especulación financiera- y trabajo asalariado, pero también con sus novedades, (que analizaremos), la era de los intereses geopolíticos según relaciones de poder, comenzaba a expresarse nítidamente.

Las Naciones Unidas y la “Comunidad de Destino” de la humanidad experimentado formas solidarias de cooperación deberá esperar a que Estados Unidos se sienta lo suficientemente “grande de nuevo” como para intentar una guerra (absolutamente suicida) con China y la pierda, o a el advenimiento de una nueva elite que interiorice con seriedad científica que, en la humanidad, la producción de valor orientado a perfeccionar las condiciones de existencia es obra de la especie humana en tanto especie humana y por ello las prácticas productivo políticas sólo superan un estadio de la civilización si contemplan el desarrollo integral de todos los seres humanos.

Por ahora seguirá incrementándose la influencia de la “sensatez” del sentido común derivado de la lógica de los intercambios en el mundo de los negocios. O lo que es lo mismo, la riqueza acumulada gobernará sin velos ni relatos anulando a la política, que en su forma liberal anglosajona ya no podía intervenir civilizatoriamente en la organización del sistema mundo único e indivisible porque acentuaba los antagonismos, en lugar de diseñar formas institucionales para superarlos.

Antes de continuar resulta necesario incorporar otro hecho de ese febrero histórico de 2025, también del día cinco, no tanto para prejuzgar sobre lo ocurrido y que ya se relata, como para exponer acerca de la gravedad de lo que podríamos denominar como el síndrome de la desconfianza.

El 5 de febrero de 2025 ocurrió un asesinato posiblemente accidental en una ciudad del sur de EEUU: “Oakland resident dead in hit-and-run crash at intersection”. Accedí a la información advertido por uno de los más lúcidos filósofos contemporáneos, el argentino andaluz Nicolás González Varela. El asesinado, (¿fue un asesinato deliberado?, pensé al leer la noticia en un periódico local), era el sociólogo marxista Michael Burawoy.

Al momento de publicar este capítulo no logré disponer de información sobre si como parece se trató de un accidente de esos en que un conductor ebrio maneja a mucha velocidad y escapa del lugar o si de uno de esos asesinatos selectivos trabajados como “que parezca un accidente”.

En cualquier caso, mientras leía la crónica del suceso, me asaltó la duda. Algo como una reacción espontánea de desconfianza.

El nivel de descomposición de los contenidos de las instituciones políticas nacionales e internacionales torna muy difícil a los individuos tener confianza ni político jurídica, ni cultural, ni administrativo normativa de relaciones económicas, ni fiscalizadora de procesos ajustados a disposiciones aprobadas mediante instrumentos legislativos.

Y la desconfianza, lógicamente, acentúa la propensión de las sociedades que tienen privilegios que proteger a apostar por liderazgos basados en el sentido común elitista del homo supercapitalista por excelencia: el darwinismo social que, por su propia crudeza, tiende además a ser autoritario. ¿Igual o más o menos autoritario que las practicas neoimperialistas de la OTAN?

Para decirlo en otro lenguaje, a los individuos les resulta, como consecuencia de un acumulado de experiencias negativas, muy difícil confiar ni en las instituciones, ni en los sistemas políticos, ni en los discursos públicos…ni en el Estado nacional ni en las corporaciones, sólo en sus capacidades individuales…

Los jóvenes consideran con razón como irracional al trabajo asalariado, en el estadio de desarrollo científico técnico actual lo es y por ello tienden a creer que la sociedad digital universal les abre un enorme abanico de posibilidades. Esas posibilidades luego suelen tornarse en grotescos niveles de precarización en su inserción productiva, pero en principio el margen de oportunidades diferentes a las del trabajo asalariado existe realmente.

Lo que esto pone en evidencia es que a la presión sobre la estabilidad política y el sistema de garantías republicanas trabajosamente producido por las luchas sociales del siglo XX que tiene lugar, es necesario añadir aún otra tensión a la que estamos sometidos todos los individuos y que produce, no ya desconfianza, sino desasosiego.

A la en algunos sectores de la economía brutal sobreexplotación del trabajo asalariado, a la intensificación de las exigencias medidas en horas de trabajo, bien remunerados  pero hiper estresantes, de los técnicos especializados, hay que añadir la sobre explotación del consumidor… la obsolescencia programada, la exigencia de contratar seguros para hacer viable un conjunto muy amplio de actividades “normales”, la hipernormativización del mundo de la vida en beneficio de corporaciones privadas o estructuras burocráticas estatal nacionales. La mayoría de estas sobre exigencias pesan sobre las clases medias, que son las que pueden todavía pagarlas y son resultado del desarrollo necesario para el proceso de valorización del capital del proceso de financiarización, casi sin control, del sector servicios (que, aunque termine teniendo expresión material corre sobre el universo digital) de la economía mundial.

La ultraderecha global ha usado con mucha inteligencia a su favor este estado de cosas, porque somete a crítica el abuso de interferencia de lo estatal nacional (un escandaloso tejido de normas de todo tipo que parece destinado más a asegurar la reproducción de la función social de estructuras burocráticas que a resolver problemas de funcionamiento de la sociedad) y de la ingeniería jurídica que regula la economía global en el cumplimiento de ese océano de regulaciones, normas, disposiciones cuya fundamentación sólo se explica en la expansión del sector privado a todas las actividades del mundo de la vida aunque se presente como vocación de lo público por ordenar la vida.  

Antes de retomar el diálogo con Mujica y Valenti, que es la forma de exposición elegida para este ensayito, relataré sin mucha precisión otro mínimo suceso. Se procura abrir el debate sobre la democracia como “Estado de Derecho”. Y poner en evidencia que ese es un debate abstracto sin valor, si no se considera a la sociedad mundial como sociedad mundial cuando se reflexiona sobre cómo producir calidad de cultura democrática.

Se conmemoraba en Italia un aniversario de la aprobación de la Constitución republicana, proceso de posguerra en el cual tuvieron una participación relevante y en general consensuada los partidos políticos mayoritarios, la Democracia Cristiana, el Partido Comunista, y el Partido Socialista. Italia era una monarquía constitucional, las autoridades monárquicas habían sido funcionales al fascismo, hasta 1919 ese régimen todavía no había aprobado el sufragio universal y desde ese año fue únicamente masculino…

El 27 de diciembre de 1947 Enrico De Nicola, Umberto Terracini y Alcide De Gasperi firman la Constitución de la República Italiana, una vez concluido un proceso plebiscitario para elegir entre Monarquía y Republica y la conformación de una Asamblea Constituyente que elaboró los contenidos de la ley fundamental.

Al conmemorarse los 75 años de ese acontecimiento un veterano comunista italiano fue entrevistado por la RAI. Relató el rol decisivo del PCI en las acciones partisanas de lucha y derrota del fascismo, la protagónica participación en el proceso de aprobación de la Constitución, creo recordar que agradeció la visita de Georgia Meloni a una exposición de reconocimiento a esa participación y concluyó afirmando que la diferencia entre su partido y la tradición de los bolcheviques era una diferente valoración, originada en el libro de Lenin “El Estado y la Revolución” sobre la importancia del Estado de Derecho.

Todo lo relatado anteriormente en este capítulo, sin embargo, parece demostrar fácticamente que el Estado de Derecho sin un sujeto social que produzca su contenido en la dirección de la democratización de las relaciones sociales considerando a la sociedad mundial como lo que es, sociedad mundial, no ha resuelto los problemas de desarrollo de la humanidad como humanidad ni ha facilitado la consolidación de la democracia más que unos poquitos, muy poquitos, Estados nacionales.

No dispongo aquí del espacio suficiente para sintetizar un libro de 900 páginas que escribí como resultado de un estudio sobre los debates respecto de la importancia y evolución del Estado, el Derecho y la democratización de las relaciones sociales o por el contrario, los procesos de concentración de la riqueza, pero antes de retomar el hilo de este escrito, centrado en el futuro, conviene exponer algunas consideraciones generales sobre la crisis del marxismo.

Pues lo que revelan las apreciaciones, recientes, del veterano dirigente comunista, es una débil reflexión crítica sobre los sucesos históricos del siglo XX.

En la obra de Lenin, a cuyo estudio dediqué dos años completos, no hay una sola subestimación de la importancia revolucionaria de la normativa legal en una democracia, ni sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos desde una perspectiva jurídica de las relaciones internacionales, ni sobre la importancia de la democracia para facilitar una mayor capacidad de organización de la lucha del movimiento obrero por empujar procesos de democratización de las relaciones sociales…

Lo que ocurre es que tampoco participa, la obra filosófico-política del conductor intelectual (durante la segunda década del siglo XX en particular) de ese movimiento obrero, de ninguna forma de idealización abstracta de esos contenidos que es la que los convierte en una ideología y no en instrumentos objetivos de un avance civilizatorio.

Por cierto, tampoco hay en Lenin, aunque es tema para un poco más adelante, ninguna forma de caricaturización grotesca de la dialéctica planificación – mercado, esa institución milenaria que cumple una función social desde el origen mismo del proceso de la civilización.

El entero proceso de la civilización es el resultado de una dialéctica complejísima entre la producción de valor orientada a satisfacer las necesidades materiales imprescindibles para reproducir la vida de las comunidades singulares y la elaboración de instrumentos tecnológicos, político culturales, institucionales, orientados a perfeccionar las condiciones de existencia de la sociedad y de la especie como tal especie, a propiciar al proceso de la humanización, el devenir humano del ser natural que somos.

Junto a las reformas económicas, Deng Xiaoping, que era leninista, es decir, que consideraba imprescindible aplicar una metodología científico cultural al implementar transformaciones orientadas a democratizar las relaciones sociales, dedicó un enorme esfuerzo a producir un “Estado de Derecho” que organizara políticamente ese proceso.

El hecho evidente de que en el estadio actual de evolución de la producción científico técnica y dado el nivel y NECESIDAD de los intercambios en la sociedad humana resulte absolutamente inviable la instalación de sistemas políticos que propicien el control monopólico por una sola clase social del aparato jerárquico del Estado nacional para imponer un modelo de gestión del desarrollo no justifica que se analice desde esas condiciones orgánicas lo que fueron acontecimientos y formulaciones tácticas propios de otro momento de la civilización.

La naturalización de la cultura democrática en buena parte de occidente es el resultado entre otras cosas de los efectos de la revolución bolchevique, de las aportaciones intelectuales del marxismo y de teóricos como Hans Kelsen, Hanna Arendt, Jürgen Habermas, de la derrota del nazismo, del incremento sustancial de los niveles de instrucción de cientos de millones de individuos a partir de sistemas públicos de enseñanza obligatoria y gratuita, de la regulación de las relaciones laborales, todas conquistas del movimiento obrero durante el siglo XX y en otro campo, del desarrollo tecnológico, en particular de las telecomunicaciones y su impacto en la significación de la deliberación político cultural en la sociedad, lo que nos ha convertido, como dice el inteligente escritor argentino Alejandro Galliano, en seres cuya subjetividad está envuelta en una dinámica digital que torna a las sociedades en ingobernables….  O eso parece. (Recomiendo esta entrevista https://www.youtube.com/watch?v=SJdeSux-f5g para conocer mejor su pensamiento. Algunas de sus afirmaciones serán aquí sometidas a crítica, pero en todo caso se trata de un aporte intelectual valioso).

(Continuará)

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