viernes, 28 de febrero de 2025

Pepe Mujica, Esteban Valenti y el futuro de la humanidad


 

Apuntes para una teoría de la democracia avanzada.

Capítulo IV

El Manifiesto Comunista es un panfleto. El más sofisticado panfleto de la historia de la literatura política universal. Se trata de un programa general orientado a exponer las causas por las cuales resulta necesario y posible a la sociedad participar de procesos de democratización de las relaciones sociales con el objeto de ubicar en el centro del desarrollo a los seres humanos.

Como se viene un tiempo en el que la sociedad mundial tendrá que estimular, incentivar, desde la política, la generación de las condiciones para sustituir sociedades fragmentadas y polarizadas, sociedades demandantes y burocráticas, por sociedades de productores en condiciones de autonomía respecto de las formas monopolistas de concentración de la riqueza, su lógica tiene todavía actualidad.

Tomando en consideración que la mayoría de los trabajos asalariados y burocrático institucionales clásicos serán realizados en el curso de las próximas dos décadas por robots y sistemas cibernéticos basados en inteligencia artificial generativa que imita el sistema neuronal del cerebro humano y que tuvieron lugar muchos procesos revolucionarios que cambiaron al mundo desde su publicación, los contenidos histórico-políticos no tienen implicancias prácticas.

Habían transcurrido unos pocos años desde la publicación del Manifiesto Comunista y uno de sus autores, Federico Engels, ya aseguraba que varias de sus caracterizaciones políticas debían ser actualizadas. 

El documento contiene sin embargo algunas intuiciones geniales sobre el proceso de la civilización y una exhortación a la clase de los trabajadores asalariados para que asuman científicamente la dirección productiva y política en la conducción de la sociedad pues representan por su condición en las formas de organización del trabajo social en el capitalismo el interés general de la especie humana como especie humana.

Se trata de liberarse de la dialéctica capital – trabajo asalariado, que, por un lado produce dinamismo productivo y por otro, cada vez más graves procesos de deshumanización de las relaciones sociales.

Cuando redactaron el Manifiesto, todavía no habían desarrollado, los fundadores del socialismo científico, ni los contenidos todos de la teoría de la evolución productivo cultural de la humanidad que finalmente quedó expuesta en sus aspectos conceptuales esenciales en los tres tomos de El Capital y en los manuscritos preparatorios para la elaboración de esa obra ni todos los componentes teórico-prácticos del método dialéctico de interpretación / involucramiento transformador en y del devenir de la naturaleza y la sociedad.

No obstante, la osadía crítica de todo lo existente, de los prejuicios ideológicos de las estructuras jerárquicas históricas y de las inconsistencias teóricas de todos los utopismos y voluntarismos políticos, así como el esbozo general del estudio sobre las potencialidades de la especie humana para expandir la libertad en la experiencia real de la vida social e individual, impregna cada frase.

La valoración que pone de manifiesto que los seres humanos llevamos grabada en nuestra memoria genética la angustia de las privaciones que ponen en riesgo la propia vida, la intuición sobre la significación de esa singularidad en la actitud de las clases que al ocupar espacios jerárquicos en la organización de la reproducción de las comunidades humanas fueron adquiriendo posesiones y seguridades que no estaban luego dispuestas a perder, (el origen de la lucha de clases) así como la identificación de la esencia de lo humano en la aptitud productiva del ser social ya están, aunque todavía no científicamente expuestas, barbullando en el texto.

En la segunda apreciación aparece una afirmación en cuya importancia no reparé sino hasta en la novena o décima lectura, hace pocos años.

No era sencillo calibrar su importancia porque hasta el período histórico que se abre con la derrota del nazismo en la segunda guerra mundial parecía obvia, evidente, la significación tanto de la burguesía (el productor directo con disponibilidad de capital, estructurado en cada nación como clase por la necesidad de defender intereses comunes) como del proletariado, el portador de la fuerza de trabajo capaz de producir a cambio de un salario que comercializa “libremente” en el mercado de trabajo los más diversos bienes, obras y servicios.

El Manifiesto Comunista comienza así: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases.

Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”.

“O al exterminio de ambas clases beligerantes” …

“O al exterminio de ambas clases beligerantes” …

“O al exterminio de ambas clases beligerantes” …

Después de concluir los estudios críticos sobre la economía política es probable hubiesen sustituido el término exterminio por el concepto de descomposición y disolución, o que hubiesen añadido (no necesariamente sustituido) esa perspectiva menos contundente, más dialéctica.

En cualquier caso, puede afirmarse, algo provocativamente, que en los últimos cuarenta / cincuenta años al mundo no lo ha dirigido ni la burguesía ni el proletariado.

Y que, además, cada vez son más acentuadas las contradicciones conflictivas al interior de todas las clases sociales y estamentos tecnoburocráticos estatal nacionales y privados.

La pérdida de relevancia del movimiento obrero en occidente obedece esencialmente a que renunció a participar del esfuerzo por dirigir al proceso de la civilización, que es a lo que lo convocaba el Manifiesto Comunista y se limitó a pactar, mientras estaba a su alcance acceder a ellos, con sus burguesías nacionales o gobernantes institucionales, condiciones generales de trabajo y acceso a sistemas de salud y educativos.

¿Pero en el curso del tiempo, por qué esa lógica siguió prevaleciendo, incluso cuando se observaban sus limitaciones?

¿Es que burgueses y trabajadores asalariados se han disuelto como sujetos sociales relevantes en el proceso de descomposición del Estado nacional jerárquico clásico que la conformación definitiva del mercado mundial pone, en esa forma clásica, en riesgo de supervivencia?

¿Es que ya definitivamente fueron desplazadas en su capacidad de incidencia real las burguesías nacionales por gerentes del capital corporativo monopolista global?

¿Se diluyeron en su significación en la trama jurídica y financiera monopolista que fue dando forma a la economía mundial del capitalismo avanzado, en la consolidación de enormes conglomerados corporativos, al estilo de los Fondos de Inversión como Black Rock, raramente dirigidos por productores directos, hacedores de industrias o productores rurales? ¿En la trama de poder de Estados Imperio esencialmente controlados por la articulación de la industria militar y esos mismos conglomerados globales que necesitan de un Estado neoimperialista para asegurar su prevalencia, su expansionismo sistémicamente necesario?

¿Han visto reducida su capacidad de influir decisivamente en los procesos de toma de decisiones por la necesidad instrumental de contar para gestionar la complejidad de la sociedad moderna con un ejército de tecnócratas?

¿Una aristocracia tecnoburocrática global ora actuando en la esfera pública internacional ora actuando como gestora de las corporaciones monopolistas privadas? Es decir, ¿fusionando los intereses del capital privado monopolista con los del Estado, porque únicamente un desarrollo capitalista dinámico inserto en la economía mundial aseguraba la posibilidad de reproducción, literalmente, de existencia, de la comunidad productiva singular en la que ello ocurría?

Sin una caracterización seria, no maniquea, del desenvolvimiento de las relaciones de producción y de poder en el estado actual del mundo difícilmente se pueda intervenir en una dirección orientada a democratizar las relaciones sociales y a fortalecer la capacidad de la política de procesar el desarrollo según el interés general de la sociedad.

Generalizaciones como las que enuncian el gobierno de oligarquías tecnológicas, estructuras plutocráticas despersonalizadas, desentendidas de todo lo que no sea asegurar la reproducción del proceso de capitalización / acumulación del capital, magnates confabulados del mundo de las finanzas o poseedores a partir de estamentos burocrático-militares de capacidad de disposición de recursos naturales indispensables para el futuro u otras figuras a las que demonizar pueden advertir sobre alguna tendencia, pero no dicen nada de nada sobre la causas de fondo de la crisis mundial.

La ultraderecha mundial ha usado a su favor esta crisis de significación de las clases sociales clásicas del capitalismo original durante los primeros trecientos años de su desarrollo y que fueron sustituidas en los procesos de dirección de las políticas de gobernanza por estructuras burocrático-estatales y privadas globales proponiendo su erradicación para abonar el retorno del productor heroico…

Se aludió antes en este escrito a las inquietudes que han formulado Pepe Mujica y Esteban Valenti sobre la calidad del proyecto transformador del futuro; preocupación que emerge del hecho de que fueron dirigentes revolucionarios que a la caída del Muro de Berlín quedaron huérfanos de formulaciones teóricas densas, padecieron la crisis del movimiento obrero, su pérdida en occidente de capacidad de influencia en los procesos de toma de decisiones globales y sólo lograron evitar que esa crisis los ubicara en posiciones apenas testimoniales de un pasado revolucionario por su tesón militante y porque en el Uruguay un grupo de dirigentes políticos geniales había dado forma al Frente Amplio.

El Frente Amplio de Uruguay fue una de las pocas fuerzas políticas de izquierda en el mundo que no se fusionó ni con las lógicas acríticas de gestión de la economía ni con los intereses de la aristocracia tecnoburocrática global ni con prácticas populistas, ni con prácticas posmodernas, (aunque fue permeado durante un período por algunas de estas expresiones propias de la impotencia de los estados nacionales para producir modelos de desarrollo en los estrechos límites de ese Estado nacional).

¿Por qué logró el Frente Amplio ese milagro? Se aludirá a ello en próximos capítulos, pero ahora prestemos atención a qué cosa es la aristocracia tecnoburocrática global y cómo se convirtió desde los países desarrollados en una estructural estamental  paradójicamente necesaria pero parasitaria y con idéntica influencia en la descomposición de la democracia real a la que tuvo la burocracia autoritaria estalinista en la descomposición de la experimentación de formas de democratización radical de las relaciones sociales iniciada con la revolución bolchevique.

Es interesante hacer notar una evolución también semejante del vértice jerárquico de ambas: los más influyentes de los tecnoburócratas pasaron a ser propietarios o inversores en la economía real y en el mercado financiero. Y en ambos casos apañados consciente o inconscientemente por las clases medias con capacidad de ahorro que para consolidar el valor de esos recursos se convirtieron en especuladores o inversores amateurs o minoristas. Todo ello posibilitado por el desarrollo del sector servicios y la economía digital. Este fenómeno modificó sustancialmente la subjetividad de cientos de millones de personas en el mundo que creyeron que dejarían de ser trabajadores asalariados clásicos aun cuando en sus sociedades no se produjesen procesos de democratización orgánica de las relaciones sociales.

Generó la ilusión, a cientos de millones de profesionales en particular, de que podían al mismo tiempo ser asalariados privilegiados y protagonistas de los procesos de obtención de utilidades, accionistas, tenedores de bonos, etc.

Como se expondrán a continuación algunas generalizaciones que no pueden ser aquí desmenuzadas conviene subrayar que la humanidad no encontrará el modo de salir de la profunda crisis en la que está sumida mediante generalizaciones ambiguas o que sublimen tal o cual componente del movimiento objetivo de la sociedad y reduzca por lo tanto la significación de tal o cual otro componente. Sólo será posible lograr una interpretación de la totalidad concreta de los fenómenos en curso mediante la concatenación de todos ellos analizados científicamente, en sus relaciones y efectos orgánicos.

La clave de todo proceso de democratización de las relaciones sociales, tanto si comienza a desenvolverse a partir de un proceso revolucionario impulsado por una necesidad estructural de la sociedad, producir más y mejor para satisfacer más necesidades sociales (necesidades para el desenvolvimiento del mundo de la vida en una dirección que perfeccione las condiciones de existencia del ser social) como si se instrumenta gradualmente mediante practicas político estatales, es que intervenga en las formas de organización del trabajo social y en la formación científico técnica e intelectual del mayor número posible de los integrantes de la comunidad productiva, que eso son en su origen las naciones y muy especialmente debieron serlo en tiempos de competencia intensa.

La democratización de las relaciones sociales puede hacerse o bien socializando la producción en favor de comunidades de productores no monopolistas pero innovadores en busca de la excelencia, mediante estructuras productivas de gestión institucional pública o generando las condiciones para que cada vez más individuos cuenten con las posibilidades objetivas reales de involucrarse libremente en los procesos productivos no como trabajadores asalariados sino como productores.  

Esto es lo que no hace ni la aristocracia tecnoburocrática global ni hizo la estructura burocrática estalinista, en tanto estamentos alienado el uno a la mera dinámica del proceso de valorización del capital y el otro a la gestión de sus propios privilegios como los calificó Lenin, parasitarios, constituyendo así orgánicamente una estructura a la que con desprecio Marx y Engels denominaban como “socialismo de cuartel”.

Como la afirmación precedente no es sencilla de comprender dediquemos unas líneas a exponer mejor la dialéctica del proceso.

La intervención de los tecnoburócratas estatal nacionales en el capitalismo original era necesaria para que los conglomerados de productores no se mataran entre sí, según una simpática valoración de Hannah Arendt, la intervención de los tecnoburócratas privados era necesaria para intervenir en el mar de regulaciones y disposiciones para acceder al crédito, disputar licitaciones, prevenir pérdidas, comprar funcionarios y entre otras muchas cosas, en los momentos de crisis, evadir impuestos…

También participaban ambas estructuras burocráticas en procesos orientados a organizar la propia existencia del Estado y el funcionamiento estable de la sociedad: promoción del comercio exterior, control de la calidad de los alimentos y fármacos, elaboración de políticas de incentivos o bloqueo al desarrollo de tal o cual emprendimiento u obra de infraestructura necesaria, producción de regulaciones para administrar conflictos entre intereses diferentes, y un extenso, muy extenso etcétera.

Esa la causa fundamental que explicaba su reproducción necesaria. Desempeñaban una función social o parecía que desempeñaban una función social

Cuando no se desarrollan procesos democratizadores, las estructuras de dirección se convierten sin embargo meramente en administradores de lo que existe, tanto si eso que existe es eficiente en el perfeccionamiento de las condiciones de existencia de la comunidad singular, los estados nacionales, como si no lo es.

Y en el momento actual las estructuras de dirección burocrático funcionales tanto de las instituciones públicas como de las instituciones internacionales e incluso de las empresas… no están siendo eficientes en la gestión del desarrollo…

La historia de la aristocracia tecnoburocrática primero estatal nacional, luego también corporativa privada y finalmente, la mayoría de sus componentes, miles y miles, también participando del capital especulativo y entrelazadas globalmente, no es difícil de exponer. Lenin, Weber, Kelsen, Miliband, Poulantzas y luego un tumulto de académicos se ocuparon de ella. Pero la significación política y su involucramiento directo en la gestión del capital ya no como gestora, sino como inversionista, no ha sido suficientemente estudiada todavía, aun cuando explica la aterradora, interesada, lógica guerrerista de casi la totalidad de las elites actuales de los países más desarrollados de occidente.

Herbert Marcuse (en un texto de recomendable lectura en estos días: "La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado”, de 1934”, anticipó el contenido de fondo que explica la emergencia de las prácticas antidemocráticas de algunas estructuras entrelazadas monopolistas y estatales que caracterizaron al fascismo y que vuelven a emerger, aunque en un escenario de relaciones de fuerza y tecnológico muy diferente al de entonces.

(Continuará)

lunes, 17 de febrero de 2025

 


Pepe Mujica y el futuro de la humanidad

Capítulo III

En febrero de 2025 comenzó a implosionar la estructura y la lógica del mundo gestionado por una aristocracia tecnoburocrática global meramente ocupada en reproducir el proceso de valorización del capital en beneficio de algunas miles de corporaciones y de muy pocas naciones desarrolladas que disponían de sus fuerzas institucionales y su influencia en otras internacionales para ese fin.

El actor desestabilizador de esa construcción que hizo de la hipocresía un estilo no fue el movimiento popular orientado a democratizar las relaciones sociales sino una fuerza clásica que tampoco los toleraba más: las fuerzas del cielo, es decir, la aristocracia feudal reconvertida. O eso parece, porque las cosas son más complejas.

El momento neoliberal que antecedió a esta crisis tuvo fases en que propició un notable incremento del comercio, fenómeno del que parecían beneficiarse la mayor parte de los países, hasta que el nivel de concentración del capital en esas pocas corporaciones y naciones puso en crisis a todos aquellos estados nacionales que no lograron implementar niveles suficientes de desarrollo para sostener economías estables.

Se inició entonces un tiempo de transición en el que una de las fuerzas propulsoras opera según lógicas del darwinismo social puro y duro y que está dispuesta por ello mismo a arrasar con todo el acumulado político cultural civilizatorio que se inició hace siglos durante la ilustración y que tuvo sus décadas gloriosas en la posguerra como consecuencia de la lucha pujante del movimiento obrero en sus épocas de mayor madures.

En un lejano futuro los historiadores debatirán si la implosión sistémica tuvo lugar cuando en un exceso de centralización del poder y por ello mismo de petulancia, el occidente desarrollado organizado en la OTAN hizo una jugada de más elaborando una estrategia para disgregar a la Rusia postsoviética o si la emergencia de China como potencia mundial hizo inviable la continuidad de los obscenos niveles de concentración de la riqueza que habían puesto a los países desarrollados en ese lugar de autocomplacencia petulante.

En todo caso algo nuevo quedó expuesto cuando el 4 de febrero de 2025 Donald Trump, flanqueado por Benjamin Netanyahu, anunció que construiría lo que parecía imaginar como un paraíso lúdico en la “magnifica” costa de Gaza… Antes había usado la lógica del “empresario guerrero” para explicar que las necesidades del “espacio vital” territorial norteamericano exigía al gobierno de ese país disponer de Groenlandia y el canal de Panamá.

El concepto de legitimación del negocio inmobiliario sobre las ruinas de Gaza, además de esgrimir causas competitivas geopolíticas se basó en una premisa sencilla, contra el aporte económico a la guerra, una contraprestación territorial. Unos días después Trump abrió negociaciones de paz para la guerra en Ucrania exigiendo a cambio de los quinientos mil millones de dólares puestos por Estados Unidos para respaldar al criminal nacionalismo pequeño burgués ucraniano pro-OTAN la propiedad contractual de la mitad de las “tierras raras” …

¿Y Europa? “Al carajo Europa”, su “euro” y su oportunismo, que pretendió erigirse en faro de civilización trasladando los costos al resto del mundo y organizando el asalto final sobre la renta de la tierra, es decir, sobre la propiedad de la tierra, expresaban con estas u otras palabras similares los voceros del nuevo estilo de gobernanza mundial.

Lo que hasta ese mes que inauguraba el segundo cuarto del siglo XXI se percibía de manera vaga como una transición o varias transiciones simultáneas, una geopolítica, de un poder radicalmente hegemónico a una mesa de varios jugadores con intereses de clase y económico nacionales diferentes, una científico técnica con efectos tectónicos, y una político cultural, la crisis universal de las formas democráticas sustentadas en decisiones más o menos consensuadas por el cuerpo político de las naciones Estado con todo su aparato burocrático y su pretensión de normativizarlo todo, comenzó a desenvolverse según la crudeza pura y dura de relaciones de poder no encubiertas en discursos ideológicos.

Hasta esas semanas, la humanidad había participado, entre el cinismo de las elites de los países desarrollados de occidente y la inocencia de buena parte de la sociedad mundial, de una dialéctica complejísima entre imposición neo imperialista de reglas de juego favorables a los grupos de privilegio con mayor capacidad de influencia y el esfuerzo objetivo de producir orientaciones político-jurídicas civilizatorias para ir encontrando caminos de superación de los antagonismos irresueltos entre capital, renta de la tierra y trabajo asalariado y entre países ultra desarrollados y países en desarrollo.

La era de la crudeza de lo real materialmente objetivo por sobre las ambigüedades idealistas, la del movimiento histórico de la lucha de clases con sus contenidos tradicionales, capital, renta de la tierra – fuerza militar, especulación financiera- y trabajo asalariado, pero también con sus novedades, (que analizaremos), la era de los intereses geopolíticos según relaciones de poder, comenzaba a expresarse nítidamente.

Las Naciones Unidas y la “Comunidad de Destino” de la humanidad experimentado formas solidarias de cooperación deberá esperar a que Estados Unidos se sienta lo suficientemente “grande de nuevo” como para intentar una guerra (absolutamente suicida) con China y la pierda, o a el advenimiento de una nueva elite que interiorice con seriedad científica que, en la humanidad, la producción de valor orientado a perfeccionar las condiciones de existencia es obra de la especie humana en tanto especie humana y por ello las prácticas productivo políticas sólo superan un estadio de la civilización si contemplan el desarrollo integral de todos los seres humanos.

Por ahora seguirá incrementándose la influencia de la “sensatez” del sentido común derivado de la lógica de los intercambios en el mundo de los negocios. O lo que es lo mismo, la riqueza acumulada gobernará sin velos ni relatos anulando a la política, que en su forma liberal anglosajona ya no podía intervenir civilizatoriamente en la organización del sistema mundo único e indivisible porque acentuaba los antagonismos, en lugar de diseñar formas institucionales para superarlos.

Antes de continuar resulta necesario incorporar otro hecho de ese febrero histórico de 2025, también del día cinco, no tanto para prejuzgar sobre lo ocurrido y que ya se relata, como para exponer acerca de la gravedad de lo que podríamos denominar como el síndrome de la desconfianza.

El 5 de febrero de 2025 ocurrió un asesinato posiblemente accidental en una ciudad del sur de EEUU: “Oakland resident dead in hit-and-run crash at intersection”. Accedí a la información advertido por uno de los más lúcidos filósofos contemporáneos, el argentino andaluz Nicolás González Varela. El asesinado, (¿fue un asesinato deliberado?, pensé al leer la noticia en un periódico local), era el sociólogo marxista Michael Burawoy.

Al momento de publicar este capítulo no logré disponer de información sobre si como parece se trató de un accidente de esos en que un conductor ebrio maneja a mucha velocidad y escapa del lugar o si de uno de esos asesinatos selectivos trabajados como “que parezca un accidente”.

En cualquier caso, mientras leía la crónica del suceso, me asaltó la duda. Algo como una reacción espontánea de desconfianza.

El nivel de descomposición de los contenidos de las instituciones políticas nacionales e internacionales torna muy difícil a los individuos tener confianza ni político jurídica, ni cultural, ni administrativo normativa de relaciones económicas, ni fiscalizadora de procesos ajustados a disposiciones aprobadas mediante instrumentos legislativos.

Y la desconfianza, lógicamente, acentúa la propensión de las sociedades que tienen privilegios que proteger a apostar por liderazgos basados en el sentido común elitista del homo supercapitalista por excelencia: el darwinismo social que, por su propia crudeza, tiende además a ser autoritario. ¿Igual o más o menos autoritario que las practicas neoimperialistas de la OTAN?

Para decirlo en otro lenguaje, a los individuos les resulta, como consecuencia de un acumulado de experiencias negativas, muy difícil confiar ni en las instituciones, ni en los sistemas políticos, ni en los discursos públicos…ni en el Estado nacional ni en las corporaciones, sólo en sus capacidades individuales…

Los jóvenes consideran con razón como irracional al trabajo asalariado, en el estadio de desarrollo científico técnico actual lo es y por ello tienden a creer que la sociedad digital universal les abre un enorme abanico de posibilidades. Esas posibilidades luego suelen tornarse en grotescos niveles de precarización en su inserción productiva, pero en principio el margen de oportunidades diferentes a las del trabajo asalariado existe realmente.

Lo que esto pone en evidencia es que a la presión sobre la estabilidad política y el sistema de garantías republicanas trabajosamente producido por las luchas sociales del siglo XX que tiene lugar, es necesario añadir aún otra tensión a la que estamos sometidos todos los individuos y que produce, no ya desconfianza, sino desasosiego.

A la en algunos sectores de la economía brutal sobreexplotación del trabajo asalariado, a la intensificación de las exigencias medidas en horas de trabajo, bien remunerados  pero hiper estresantes, de los técnicos especializados, hay que añadir la sobre explotación del consumidor… la obsolescencia programada, la exigencia de contratar seguros para hacer viable un conjunto muy amplio de actividades “normales”, la hipernormativización del mundo de la vida en beneficio de corporaciones privadas o estructuras burocráticas estatal nacionales. La mayoría de estas sobre exigencias pesan sobre las clases medias, que son las que pueden todavía pagarlas y son resultado del desarrollo necesario para el proceso de valorización del capital del proceso de financiarización, casi sin control, del sector servicios (que, aunque termine teniendo expresión material corre sobre el universo digital) de la economía mundial.

La ultraderecha global ha usado con mucha inteligencia a su favor este estado de cosas, porque somete a crítica el abuso de interferencia de lo estatal nacional (un escandaloso tejido de normas de todo tipo que parece destinado más a asegurar la reproducción de la función social de estructuras burocráticas que a resolver problemas de funcionamiento de la sociedad) y de la ingeniería jurídica que regula la economía global en el cumplimiento de ese océano de regulaciones, normas, disposiciones cuya fundamentación sólo se explica en la expansión del sector privado a todas las actividades del mundo de la vida aunque se presente como vocación de lo público por ordenar la vida.  

Antes de retomar el diálogo con Mujica y Valenti, que es la forma de exposición elegida para este ensayito, relataré sin mucha precisión otro mínimo suceso. Se procura abrir el debate sobre la democracia como “Estado de Derecho”. Y poner en evidencia que ese es un debate abstracto sin valor, si no se considera a la sociedad mundial como sociedad mundial cuando se reflexiona sobre cómo producir calidad de cultura democrática.

Se conmemoraba en Italia un aniversario de la aprobación de la Constitución republicana, proceso de posguerra en el cual tuvieron una participación relevante y en general consensuada los partidos políticos mayoritarios, la Democracia Cristiana, el Partido Comunista, y el Partido Socialista. Italia era una monarquía constitucional, las autoridades monárquicas habían sido funcionales al fascismo, hasta 1919 ese régimen todavía no había aprobado el sufragio universal y desde ese año fue únicamente masculino…

El 27 de diciembre de 1947 Enrico De Nicola, Umberto Terracini y Alcide De Gasperi firman la Constitución de la República Italiana, una vez concluido un proceso plebiscitario para elegir entre Monarquía y Republica y la conformación de una Asamblea Constituyente que elaboró los contenidos de la ley fundamental.

Al conmemorarse los 75 años de ese acontecimiento un veterano comunista italiano fue entrevistado por la RAI. Relató el rol decisivo del PCI en las acciones partisanas de lucha y derrota del fascismo, la protagónica participación en el proceso de aprobación de la Constitución, creo recordar que agradeció la visita de Georgia Meloni a una exposición de reconocimiento a esa participación y concluyó afirmando que la diferencia entre su partido y la tradición de los bolcheviques era una diferente valoración, originada en el libro de Lenin “El Estado y la Revolución” sobre la importancia del Estado de Derecho.

Todo lo relatado anteriormente en este capítulo, sin embargo, parece demostrar fácticamente que el Estado de Derecho sin un sujeto social que produzca su contenido en la dirección de la democratización de las relaciones sociales considerando a la sociedad mundial como lo que es, sociedad mundial, no ha resuelto los problemas de desarrollo de la humanidad como humanidad ni ha facilitado la consolidación de la democracia más que unos poquitos, muy poquitos, Estados nacionales.

No dispongo aquí del espacio suficiente para sintetizar un libro de 900 páginas que escribí como resultado de un estudio sobre los debates respecto de la importancia y evolución del Estado, el Derecho y la democratización de las relaciones sociales o por el contrario, los procesos de concentración de la riqueza, pero antes de retomar el hilo de este escrito, centrado en el futuro, conviene exponer algunas consideraciones generales sobre la crisis del marxismo.

Pues lo que revelan las apreciaciones, recientes, del veterano dirigente comunista, es una débil reflexión crítica sobre los sucesos históricos del siglo XX.

En la obra de Lenin, a cuyo estudio dediqué dos años completos, no hay una sola subestimación de la importancia revolucionaria de la normativa legal en una democracia, ni sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos desde una perspectiva jurídica de las relaciones internacionales, ni sobre la importancia de la democracia para facilitar una mayor capacidad de organización de la lucha del movimiento obrero por empujar procesos de democratización de las relaciones sociales…

Lo que ocurre es que tampoco participa, la obra filosófico-política del conductor intelectual (durante la segunda década del siglo XX en particular) de ese movimiento obrero, de ninguna forma de idealización abstracta de esos contenidos que es la que los convierte en una ideología y no en instrumentos objetivos de un avance civilizatorio.

Por cierto, tampoco hay en Lenin, aunque es tema para un poco más adelante, ninguna forma de caricaturización grotesca de la dialéctica planificación – mercado, esa institución milenaria que cumple una función social desde el origen mismo del proceso de la civilización.

El entero proceso de la civilización es el resultado de una dialéctica complejísima entre la producción de valor orientada a satisfacer las necesidades materiales imprescindibles para reproducir la vida de las comunidades singulares y la elaboración de instrumentos tecnológicos, político culturales, institucionales, orientados a perfeccionar las condiciones de existencia de la sociedad y de la especie como tal especie, a propiciar al proceso de la humanización, el devenir humano del ser natural que somos.

Junto a las reformas económicas, Deng Xiaoping, que era leninista, es decir, que consideraba imprescindible aplicar una metodología científico cultural al implementar transformaciones orientadas a democratizar las relaciones sociales, dedicó un enorme esfuerzo a producir un “Estado de Derecho” que organizara políticamente ese proceso.

El hecho evidente de que en el estadio actual de evolución de la producción científico técnica y dado el nivel y NECESIDAD de los intercambios en la sociedad humana resulte absolutamente inviable la instalación de sistemas políticos que propicien el control monopólico por una sola clase social del aparato jerárquico del Estado nacional para imponer un modelo de gestión del desarrollo no justifica que se analice desde esas condiciones orgánicas lo que fueron acontecimientos y formulaciones tácticas propios de otro momento de la civilización.

La naturalización de la cultura democrática en buena parte de occidente es el resultado entre otras cosas de los efectos de la revolución bolchevique, de las aportaciones intelectuales del marxismo y de teóricos como Hans Kelsen, Hanna Arendt, Jürgen Habermas, de la derrota del nazismo, del incremento sustancial de los niveles de instrucción de cientos de millones de individuos a partir de sistemas públicos de enseñanza obligatoria y gratuita, de la regulación de las relaciones laborales, todas conquistas del movimiento obrero durante el siglo XX y en otro campo, del desarrollo tecnológico, en particular de las telecomunicaciones y su impacto en la significación de la deliberación político cultural en la sociedad, lo que nos ha convertido, como dice el inteligente escritor argentino Alejandro Galliano, en seres cuya subjetividad está envuelta en una dinámica digital que torna a las sociedades en ingobernables….  O eso parece. (Recomiendo esta entrevista https://www.youtube.com/watch?v=SJdeSux-f5g para conocer mejor su pensamiento. Algunas de sus afirmaciones serán aquí sometidas a crítica, pero en todo caso se trata de un aporte intelectual valioso).

(Continuará)

domingo, 2 de febrero de 2025

Pepe Mujica y Esteban Valenti: ¿tiempo de síntesis?

Capítulo 2 

Conversando con Pepe Mujica hace tiempo en su chacra de Rincón del Cerro fuera lo que fuese que yo apuntase sobre el tema del diálogo, la integración político cultural de América del Sur, aparecía en su respuesta una inquietud que, pensé después, quería dejar señalizada en la agenda de sus preocupaciones a considerar por la izquierda en el futuro inmediato.

Pepe incorporaba aquí o allá, el elogio de lo entrañable, afectivamente relevante, políticamente significativo, espíritu que produce, en una comunidad, el terruño compartido. La tierra, los ríos, las canciones, las pasiones comunes…las afectividades lingüísticas, como (en el Uruguay) la palabra “gurises”, el “Che”, el “Ta”, incluso los conflictos trabajados desde esa espiritualidad que teje lazos insustituibles por ningún universalismo, ontológica y culturalmente relevantes, como el humanismo, pero hasta el presente muy abstractos como generadores de sentido. 

El alma popular verdea y sufre en la emocionalidad de lo cercano, lo cotidiano, en los imaginarios abiertos por el lenguaje común, los sinsabores compartidos a superar. 

Desde ahí hay que construir identidad transformadora, parecía querer subrayar una y otra vez en el diálogo. No lo expresó, pero me quedó claro que aspiraba a trasladarme una valoración: la dialéctica de lo nacional, lo regional y lo universal, no ha sido en general correctamente interiorizada, sobre todo respecto de su implicancia espiritual, por las prácticas políticas de los partidos marxistas. 

La noción de patria que vela por todos y que, aunque no anula conflictos de clase e intereses obliga al esfuerzo de administrar políticamente esos conflictos. Como el problema justificaría un entero libro, en su homenaje, que quede aquí constancia de su inquietud. Que es extremadamente relevante, porque dice relación con los contenidos culturales mediante los cuales se participa en la producción de democraticidad. 

Los integrantes de las generaciones que pusieron literalmente sus vidas al servicio de la causa civilizatoria de la democratización de las relaciones sociales tuvieron que enfrentar decisiones cargadas de enorme tensión: sobre el fin y los medios, sobre la fiereza de las relaciones de poder en las sociedades clasistas, sobre el equilibrio entre la producción de cultura respecto, por ejemplo, de los derechos humanos, pero sin dejarse arrastrar al infantilismo que resulta de procurar avanzar en la democratización general de la sociedad sin sopesar el violentismo histórico y recurrente, que en este tiempo se expresa desbocado, de la reacción de los grupos de privilegio más influyentes ante la posible pérdida de espacios en los procesos de toma de decisión en todas las esferas, económicas, institucionales, tecnológicas, etc. 

No obstante, sin descuidar esa sensibilidad, tiendo a creer que lo esencial en el momento actual es analizar el estado de algunos conflictos que como tienen lugar en el mundo entero, no pueden comprenderse sin un esfuerzo teórico político universalista. 

Y es necesario reparar, crudamente, que no todas las acciones desarrollistas y antiimperialistas de lógica nacionalista o identitaria del pasado siglo fueron revolucionarias ni lo son en el siglo XXI, pues suelen desplazar las transformaciones democratizadoras de las relaciones sociales a un lugar irrelevante. Y eso mismo produce una agudización de los conflictos hasta un punto en que dejan de poder ser administrados políticamente. 

En su esfuerzo por dejar testimonio crítico de la peripecia de la izquierda en el siglo XX, por trazar su legado pensando futuro, en 2024, Pepe hizo referencia a un libro de Lenin, “El Estado y la Revolución”. Hace pocos años, otro protagonista de la izquierda uruguaya, Esteban Valenti, también había hecho referencia críticamente a ese texto. Como que de la lógica política de aquel texto habían emergido formas de concepción del Estado que difícilmente podían evitar derivar hacia el autoritarismo. 

Lo que parece resultar relevante para estos revolucionarios de los cincuenta y los sesenta es algo muy actual: los contenidos políticos e institucionales necesarios para desarrollar la cultura democrática sin renunciar a la praxis transformadora, a la democratización de las relaciones sociales. 

Se realizarán algunas valoraciones sobre ese debate en este mismo escrito, pero parece necesario enfatizar ahora que la izquierda del siglo XXI no puede darle a la reflexión crítica sobre el pasado más relevancia que a la producción filosófico-política respecto de los desafíos del futuro porque el quiebre tecnológico que establece la confluencia de la cibernética cuántica, la inteligencia artificial generativa y la robótica, es un salto dialéctico que por un lado viene pleno de oportunidades civilizatorias pero por otro entraña riesgos totalitarios. La entidad de las trasnformaciones tecnológicas tiene profundos efectos de sociedad. 

Las consecuencias de la aplicación de estas tecnologías a los procesos productivos y socio culturales dependerá de la relación de fuerzas global entre los movimientos democratizadores y la reacción conservadora, antagonismo que se desenvuelve en la sociedad mundial y del cual tanto Pepe como Valenti tienen plena conciencia. 

La crisis de la democracia, por lo demás, tiene tal profundidad que el debate parece impostergable. 

La izquierda tiene que saldar cuentas con algunos aspectos de su pasado y pasar raya, superar dialécticamente aquellos debates, pero no puede hacerlo sin caracterizar con precisión al principal responsable actual de la crisis de la democracia, la ultraderecha global y el tejido de corporaciones monopolistas que brega, a cualquier precio, por asegurar su preponderancia. 

Un expansionismo o neoimperialismo con algunos contenidos nuevos y que es necesario desentrañar hasta en sus mínimos detalles. La radicalidad militarista (no necesariamente guerrerista, porque todavía sopesa riesgos), expansionista, desde la centralidad norteamericana, anticomunista y políticamente antiliberal, de la ultraderecha contemporánea, tiene su origen en un teórico nazi del Derecho, Karl Schmitt, quien tras la derrota del nazi fascismo comenzó a diseñar una estrategia ultraconservadora simple: todo el poder a Estados Unidos, que es el único que puede detener las luchas democratizadoras que al impulso de la victoria del Ejército Rojo en la segunda guerra mundial imaginó tendría (y tuvo) lugar en el mundo. 

Schmitt, que había producido una operación intelectual muy inteligente, poner la lógica amigo – enemigo como lo central en política, para sustituir la teoría de la lucha de clases y justificar así el rechazo a toda transacción, a toda política democrática, a toda búsqueda de acuerdos para organizar al proceso de civilización universalmente, tejió además redes efectivas de excientíficos e intelectuales nazis y fascistas para preparar el asalto al poder total. 

Y eso es lo que la ultraderecha mundial está actualmente intentando lograr. Repito. Es lo que la ultraderecha mundial está actualmente intentando lograr. 

¿Por qué? 

Porque la República Popular de China es la continuidad histórica del esfuerzo del movimiento obrero por democratizar las relaciones sociales y puede producir por lo tanto a mediano plazo un horizonte civilizatorio que logre finalmente generar las condiciones para la superación de las sociedades clasistas, para sustituir, en la actividad humana, la centralidad del proceso de valorización del capital por la reorganización del trabajo social en una orientación humanista radical, superadora de todo orden jerárquico. 

Como para que esa perspectiva resulte evidente es necesario todavía mucho tiempo, es importante hacer notar por ahora de pasada, dos fenómenos, así como el ultranacionalismo al sublimar la noción de pueblo (Schmitt) logró imponerse sobre el universalismo democratizador del republicanismo y el movimiento obrero revolucionario y matrizar la lógica amigo – enemigo en su forma guerrerista competitiva así la lucha de clases en su expresión geopolítica estimuló durante parte del siglo XX una dialéctica perversa de autoritarismos de diferente tipo que se legitimaban en esa competitividad militarista pero cuyo propósito era esencialmente sin embargo la preservación de estructuras burocrático militares de unos Estados contra otros Estados. 

Como los conflictos geopolíticos clasistas o identitarios se agudizan por todas partes el nacionalismo o el singularismo identitario tiende a ser necesario para cohesionar la acción de las sociedades que pretenden experimentar formas de desarrollo autonomistas, no dependientes del poder monopolista de las inmensas corporaciones capitalistas norteamericanas, pero ni una ni otra representan prácticas políticas universalistas, avances culturales en el proceso democratizador de las relaciones sociales a escala mundial. 

A tal punto que desde posiciones de tipo supremacista hay intelectuales chinos influyentes que trabajan las ideas de Schmitt en algunas universidades de aquel país o que puede escucharse a un canciller socialdemócrata alemán hablar de la necesidad de desenvolver… una forma neoimperialista encubierta “culturalmente” a la que caracterizó como… ¡“paneuropeísmo”! 

El primer empuje de la ultraderecha mundial tuvo lugar inmediatamente después de la revolución bolchevique, contra la que enfiló todas sus armas, luego de la victoria de la cultura democrática acumulada desde la ilustración sobre el nazismo, la ultraderecha histórica comenzó a desplegar formas reaccionarias como el macartismo, y en los setenta (inicio del neoliberalismo: desregulación general del mercado mundial a favor de las corporaciones de los países más desarrollados) ante la evidencia de que el estalinismo y la burocratización grotesca y autoritaria de la URSS debilitaría desde adentro de su fortaleza al movimiento obrero mundial ese macartismo tomó hegemónicamente espacios en las instituciones policiaco militares de Estados Unidos y el Reino Unido y en la actualidad organizado profesionalmente en el mundo entero vela armas contra China. 

El despliegue científico técnico que los países capitalistas desarrollados comenzaban en los setentas a aplicar al incremento de la productividad estimulando la iniciativa individual y las potencialidades competitivas de esa iniciativa en el mercado mundial, particularmente con el impactante crecimiento del sector servicios de la economía (asunto que hay que estudiar muy detenidamente por sus implicancias de todo tipo) comenzó a consolidar la superioridad del occidente desarrollado frente a la URSS. 

Nixon, Reagan y Thatcher no hicieron más que poner en práctica un programa destinado a eliminar las trabas que impedían la consolidación de esa superioridad, los costos del Estado de Bienestar con el que Europa y en menor medida Estados Unidos habían enfrentado las experimentaciones democratizadoras de las relaciones sociales en los países del denominado “socialismo real”. 

Las reformas en China sin embargo, que desde Deng Xiaoping comenzó a manejar con enorme sofisticación su integración a la economía mundial y la administración sutil de la dialéctica iniciativa individual – cultura comunitaria – rol del Estado, echaron por tierra la ambición totalitaria de las corporaciones más influyentes de Estados Unidos, Japón y Europa. 

Y la experiencia China está directamente relacionada con la tradición de las lógicas del Estado y la Revolución, las Tesis de Abril y otros textos de orientación táctica de Lenin para desplegar en situaciones revolucionarias no planificadas, sino que surgían espontáneamente de las contradicciones sociales entre acumulación de riqueza y democratización que contiene en sus entrañas el sistema capitalista de producción librado inercialmente a sus lógicas orgánicas. 

No fue esa concepción de los clásicos del marxismo sustancialmente basada en la consideración de que ante una situación revolucionaria la clase obrera tenía que comenzar a destruir las formas policíaco-militares del Estado para sustituirla por una democracia directa radical con desarrollo de las fuerzas productivas para facilitar la emergencia de una nueva sociedad la que produjo la burocratización autoritaria. 

La catástrofe tanto teórica como práctica del burocratismo estatalista con el que Stalin respondió a la inminencia de una guerra total contra la URSS no sólo resultó en un drama para izquierda mundial, sino para la humanidad en su conjunto y puso en evidencia la inviabilidad de la pretensión de “implantar”, según la terminología de Lenin, el socialismo en un solo país, y menos en uno atrasado socio cultural y tecnológicamente. 

(No se inquiete el lector ante la enorme cantidad de cabos sueltos que irán quedando en este texto, gradualmente se expondrán más densamente argumentos complementarios a algunas generalizaciones por ahora necesarias. Las inquietudes de los lectores serán también acicates para que ello ocurra).

Veamos cómo Pepe Mujica refirió a este debate teórico que parece anacrónico y en algunos sentidos lo es, como se procurará poner más adelante en evidencia, pero no tanto como para no prestarle atención crítica pues el anticomunismo está basado en una lectura interesada del pasado. Y el anticomunismo se tornó en el siglo XX una patología social destructiva de la convivencia democrática y que erosiona la potencia transformadora de la clase trabajadora en el mundo entero tanto como la calidad de las instituciones de gobernanza social en general. 

Ha habido otros dirigentes políticos o intelectuales que han referido a este viejo debate teórico, pero se cita a Pepe y se rememora a Valenti, quien manifestó la misma preocupación hace ya varios años, tanto por su significación en el proceso político uruguayo de los últimos 40 años como porque representan dos de las tradiciones con mayor protagonismo en los procesos de toma de decisiones en ese período.

Subrayó Pepe en el programa radial En Perspectiva: “Hace 50 años yo tenía devoción por “El Estado y la Revolución”, esa obra de pensamiento de Lenin. A lo largo de los años he visto que ese fantástico trabajo teórico desembocó en reiterados fracasos porque la famosa “dictadura del proletariado” cuanto más corta mejor decía Rosa Luxemburgo, que fue asesinada como un preanuncio de lo que luego ocurriría en Alemania. La “dictadura del proletariado” terminó formando una burocracia que inmovilizaba la operatividad del propio Estado. (El análisis crítico de esos procesos) nos lleva a que hoy en el Uruguay no podemos repetir cosas que no anduvieron. Y tenemos una economía de mercado y la tenemos que entender y la tenemos que respetar como es. ¿Por qué, cual es el desafío inmediato? Es un cambio civilizatorio que significa la entrada en la era del conocimiento. Educar a nuestros niños en formación científica y técnica porque el grueso de los trabajadores va a ser calificados y el que no esté calificado no trabaja. Eso significa que hoy tenemos que desarrollarnos en esta economía real, (la existente) para tener los medios para educar a las nuevas generaciones” … 

Y añade: en el espacio 609 “nuestro concepto hoy de liberación nacional es empujar el desarrollo dentro de la economía de mercado tratando de mitigar una cantidad de cuestiones negativas en el reparto. Pero sin negar a la economía de mercado. (…) Nuestra democracia representativa actual no pude ser la última etapa de evolución institucional de la humanidad. La humanidad del futuro tendrá cambios, pero no van a ser por la vía que pensamos y habrá otras vías. Si algo parecido al socialismo es posible serán sociedades muy desarrolladas y cultivadas. No se puede hacer un edificio socialista con albañiles que el que no se lleva una bolsa de portland trata de llevarse una llave… (una herramienta)” … Y concluye: “Impulsar el desarrollo a muerte para que el país tenga medios mañana para esa función (la educación científico-técnica del pueblo) que es estratégica, por ahí va nuestro radicalismo. Política abierta, pragmática, no arrear principios sino fortalecer la viabilidad de algunos principios. Y acordar con todo el mundo, empresas y países”. 

Más adelante se ahondará en el análisis de estas inquietudes de Pepe Mujica, pero antes de ello conviene preguntarse: ¿Qué les preocupa a Pepe y a Esteban Valenti? 

La configuración del marco conceptual con el cual la izquierda del siglo XXI va a hacer frente a los desafíos civilizatorios, esencialmente la definición de marcos conceptuales con los cuales recuperar el camino de la democratización de las relaciones sociales para frenar el obsceno proceso de concentración de la riqueza. 

Las personalidades de Pepe Mujica y Esteban Valenti fueron tomadas como referentes en este escrito por razones contingentes, pero también porque la izquierda uruguaya se apresta a concluir un proceso de transición de liderazgos que plantea enormes desafíos teórico políticos y culturales y ellos dos en particular representan momentos singulares del pasado reciente, el de hegemonía de la izquierda histórica hasta los primeros años del siglo XXI y el de hegemonía de lo que por ahora denominaremos izquierda nacional popular republicana que fue consolidándose con posterioridad a ese acontecimiento.

Tanto Pepe como Valenti han tenido momentos controversiales, muy controversiales, en su pasado político, como ocurre siempre con quienes procuran moverse con madurez política pero incorporando permanentemente niveles de transgresión sobre el sentido común conservador o burocrático. Y son de ese tipo de actores políticos que siempre han estado y están. Hasta el último aliento. 

Valenti tuvo un rol muy destacado en la reconfiguración de la izquierda una vez derrotada la dictadura pues supo darle vuelo al prestigio de los comunistas uruguayos derivado tanto del hecho de su decisivo rol en la prosecución de la unidad del movimiento obrero como en la creación de las condiciones políticas para la unidad de la izquierda. 

Tuvo un rol intelectual esencial en ese proceso el desde el año 55 (en el que una corriente antiestalinista tomó el control del PCU) secretario general de los comunistas uruguayos, Rodney Arismendi, en la foto que acompaña este capítulo junto al dirigente obrero y comunista salvajemente torturado y preso político Jaime Pérez y el propio Valenti. 

En la elaboración del marco teórico de la unidad de la izquierda, en la organización de las luchas sociales y en la articulación con sutil amplitud y generosidad política y visión estratégica de la ingeniería político jurídica y programática que dio lugar a la fundación del Frente Amplio de Uruguay, Arismendi, junto a quien luego fuera su líder histórico, el general Líber Seregni, el democristiano Juan Pablo Terra, los demócrata republicanos Zelmar Michelini y Alba Roballo, el nacional reformista Carlos Quijano y algunos veteranos dirigentes socialistas tuvo una decisiva participación intelectual y política.

Tanto por ello como porque el PCU fue el único partido político uruguayo que permaneció organizado en la clandestinidad y en el exilio (donde articuló en una misma institucionalidad, la Convergencia Democrática, a todos los opositores demócratas) durante todos y cada uno de los años de enfrentamiento a la dictadura fascista, contribuyendo a la reorganización de la cultura y del movimiento obrero y estudiantil a pesar del salvajismo con el que los mandos militares procuraron “hacerlo desaparecer por 50 años”, los comunistas uruguayos y sus principales aliados demócrata republicanos emergieron con un enorme prestigio en el proceso de recuperación de la democracia. Valenti fue el secretario de Propaganda durante ese proceso que llevó a la lista 1001, expresión electoral del PCU y sus aliados, a ser la más votada casi al nivel de lo que ocurrió con la lista del espacio 609 en los últimos comicios. 

Para los lectores no uruguayos resulta importante apuntar que el diseño político jurídico de la unidad de la izquierda fue concebido esencialmente como organización de la unidad programática de las políticas de desarrollo nacional en la diversidad de concepciones estratégicas, como coalición de partidos y movimiento de militantes que representaran a esa unidad política y nada más que a esa unidad política, (más allá de si eran independientes o representaban a partidos históricos o nuevos) lo que luego derivó en el frenteamplismo como cultura política unitaria. 

Durante los últimos años, tanto Mujica como Valenti han expresado, en entrevistas y publicaciones, inquietudes sobre los contenidos de la democracia, sobre los contenidos de las políticas de desarrollo, sobre la autonomía de la política respecto de la riqueza concentrada y centralizada y sobre la autonomía de la comunidad productiva y espiritual respecto de esos poderes… 

Ante los enormes desafíos civilizatorios que se le presentan actualmente a la humanidad, ¿es concebible una síntesis teórico-política que supere las viejas rivalidades entre las tradiciones de izquierda que encarnaron en su praxis Pepe y Valenti? Uno de los objetivos de este texto es propiciar esa síntesis sin pretender desdibujar rasgos identitarios que administrados con inteligencia política suelen aportar a la riqueza de la praxis política transformadora. 
(Continuará)