La obra de Pepe Mujica, “los
indomables” y lo verdaderamente relevante
Capítulo 1
Una profunda, entrañable tristeza,
embargó a los uruguayos cuando Pepe Mujica confirmó lo que ya sabíamos: en un
futuro cercano dejaremos de contar con sus sabios gruñidos, meditadas sentencias
y brillantes intuiciones.
No conforma, pero amortigua esa
inevitable tristeza, la observación atenta de su obra, que deja huella y tierra
sembrada.
Este texto, esencialmente escrito antes
de que Pepe comenzará a organizar su despedida, como hacen los individuos que
trascienden su tiempo, ya estaba esencialmente escrito y no es más que el
puntapié inicial de una serie cuyo objeto es promover un debate necesario.
Veamos a vuelo de pájaro algunos
rasgos novedosos del estado actual del proceso político uruguayo en el contexto
del mundo en crisis, (toda vez que la violencia en sus diferentes formas
prevalece sobre la cultura es síntoma de que algo no anda bien), en profunda
crisis.
Lo que está en juego en el mundo es
qué clases sociales y tradiciones político-culturales dirigen al proceso de la
civilización hacia la superación de las singularidades estatal nacionales
competitivas y antes, hacia la reformulación de políticas de desarrollo que
eviten procesos de descomposición y autodestrucción de muchas, demasiadas
naciones. La sociedad mundial ya no resiste el obsceno proceso de concentración
de la riqueza de los últimos cincuenta años.
Uno de los conflictos más agudos que
se desenvuelve actualmente en el sistema mundo lo es el que tiene lugar entre
el acumulado cultural civilizatorio y la disputa salvaje de intereses
económicos y geopolíticos centrado esencialmente en la reproducción de
privilegios obtenidos en el pasado.
Esta tensión ocurre (quizá por ello
mismo de un modo tan radical) en una circunstancia histórica en la que la
humanidad desde el punto de vista científico técnico está en condiciones de
producir abundancia, lo que genera las condiciones para una profunda
transformación de las formas de organización del trabajo y la cooperación
social universal.
Lo relevante en todo caso es que la
violencia coercitiva de poderes establecidos de forma hegemónica durante varios
siglos, pero con poder impositivo radical en los últimos ciento cincuenta y que
procuran no ver debilitado ese lugar de privilegio pone en juego la viabilidad
de las naciones no demográfica y territorialmente relevantes y entra en
conflicto con otras naciones no dispuestas a aceptar un rol secundario en la
gestión de la economía mundial.
El triunfo electoral del Frente Amplio
de Uruguay es un eslabón importante en el esfuerzo político por evitar el
deterioro del acumulado cultural en el mundo.
Y aunque ya no contará con ninguno de
sus líderes históricos le cabe una enorme responsabilidad porque es estudiado
como modelo de organización de las izquierdas, como proyecto viable para
organizar las transformaciones nacionales e influir en el acontecer mundial en
la orientación democratizadora de las relaciones sociales.
La izquierda uruguaya es una de las
pocas en la actualidad global que ha elaborado un proyecto política e
institucionalmente maduro, pero ingresa en un período en el que deberá dar
respuestas político-prácticas y conceptuales a desafíos nuevos que caen del
mundo. Por su carácter modélico, probadamente efectivo para desarrollar un
programa democratizador, deberá sin embargo diseñar y ejecutar un proyecto de desarrollo
viable y aportar desde esas realizaciones a la estructuración de un acuerdo
regional latinoamericano autonomista, que priorice las necesidades de sus
comunidades productivas.
En el momento histórico presente, todo
aquel que procure navegar en el convulsionado tejido de conflictos que caracteriza
al sistema mundial y a algunas regiones en particular, sin recursos teóricos,
político culturales e institucionales, dejará de tener capacidad alguna de
influir en los acontecimientos.
Quizá por ello casi simultáneamente
Pepe Mujica revaloriza las políticas de desarrollo según las lógicas que históricamente
todavía son las propias del sistema capitalista de producción y Esteban Valenti
refiere a la necesidad de regenerar la noción de revolución.
Respecto de la noción de desarrollo
como asunto central expuesta por Pepe puede resultar valioso leer el siguiente
artículo del profesor Andrés Rivarola Puntigliano: https://latinoamerica21.com/es/america-latina-y-el-desarrollo-integral/
En fases como la que tiene lugar en el
mundo, tan profundamente disruptivas desde el punto de vista geopolítico y
científico técnico, el pragmatismo, seguir la corriente de los procesos según
como parece que se desenvuelven, tiene virtudes. Ante la incertidumbre, la
dificultad para anticipar tendencias, el pragmatismo como forma de pararse ante
la realidad ayuda a no apresurarse. Pero contiene falencias, no produce un
instrumental para adoptar decisiones científicas sobre cómo preparar el futuro.
Por su historia y por la forma y el
momento en el que el Frente Amplio recuperó el gobierno nacional, vale la pena
subrayarlo, la izquierda uruguaya tendrá en el futuro inmediato una
responsabilidad histórico universal. Su acción puede resultar en un modelo
civilizatorio, ¡nada menos! Sus dirigentes tienen que ser conscientes de la
responsabilidad que dada esta circunstancia pesa sobre ellos.
Naturalmente, el Frente Amplio no es
la única fuerza política de izquierda que procura desempeñar un rol protagónico
en el diseño e implementación de políticas democratizadoras, pero a diferencia
de otras izquierdas en otras naciones, dispone en general de condiciones
favorables para implementarlas.
Los procesos de transformación de la
sociedad que procuran democratizar las relaciones sociales únicamente concitan
apoyo popular consistente, es decir, se tornan viables, cuando interpretan
científicamente la realidad y producen marcos conceptuales, o en un nivel
superior, elaboraciones teóricas colectiva y seriamente concebidas y
socialmente instrumentadas, puestas en práctica con y desde la sociedad.
E incluso ese método no es suficiente
si no es liderado por individuos espiritualmente densos, capaces de lidiar con
las complejidades de la naturaleza humana, sus características esenciales y sus
estados contingentes. Los contenidos constituyentes, ontológicos, la aptitud
productiva de valor, que explican la existencia de la especie humana y que por
lo tanto influyen todo el tiempo en el proceso de la civilización y los obstáculos
y posibilidades de cada época. Y en esta esfera Pepe Mujica ha sido guía, aunque
a él mismo le disguste, como le disgusta, el adjetivo.
En el proceso de la civilización no
hay contribución más importante a la cultura que aquellas acciones orientadas a
superar las diferentes formas de la violencia, la contención de la agresividad,
la experimentación de formas políticas que democraticen al mundo de la vida, y
que, por ello, generan condiciones estructurales de estabilidad para el
desarrollo. Toda forma de contención democrática de la violencia nos distancia
social e individualmente de la mera necesidad de satisfacción de los impulsos
biológicos.
Y plantea exigencias político-culturales
a las sociedades, educa en la paciencia, templa el carácter, agudiza la
inteligencia colectiva.
El hecho objetivo de que la
ultraderecha mundial, darwinista social, vitalista en el sentido del elogio
caricatural del guerrero, resalte formas brutalmente coercitivas de
desenvolverse en las relaciones internacionales enfatiza todavía más la
significación de la cultura. Pero no es meramente la cultura la que obstruye el
desenvolvimiento de la violencia, sino una fuerza material real, un sujeto
social activo, una formulación civilizatoria consistente.
En el momento presente la ultraderecha
mundial fomenta discursos violentistas demonizadores contra un otro al que
demoniza precisamente para no abordar los antagonismos irresueltos por la
política y que por ello mismo operan como causas de la crisis de desigualdad,
de la crisis de estabilidad, de la crisis socio cultural y geopolítica.
La violencia ha jugado un rol significativo en la historia toda vez que las formas de organización del trabajo social, de la producción de insumos necesarios para satisfacer las necesidades sociales y sus expresiones jurídicas y culturales no resulta posible desenvolverlas políticamente mediante experimentaciones democratizadoras.
El fracaso de algunas de esas
experimentaciones democratizadoras en el siglo XX y la administración no
científica del desarrollo por parte de una aristocracia tecnoburocrática global
ha dado a la ultraderecha histórica un protagonismo que es necesario estudiar
con seriedad.
Aunque representa intereses
minoritarios la ultraderecha ha logrado conectar con las aspiraciones y el
sentimiento de frustración frente a las políticas gestionadas superficialmente por la mencionada aristocracia tecnoburocrática global que meramente administró durante décadas
los intereses reproductivos del capital corporativo. Una de las causas de esa
inserción social de la ultraderecha clásica puede radicar en la impotencia de
muchos estados nación para resolver problemas prácticos y necesidades sociales mediante
políticas diseñadas en los estrechos márgenes de la economía nacional. La
conformación ya definitiva del sistema mundo único requiere políticas globales
para solucionar problemas globales. El hastío frente a la política del
marketing y el lugar común de los partidos liberales conservadores clásicos y
las propuestas democratizadoras que no se han propuesto modificar las
relaciones de poder reales por parte de algunos progresismos frente a este
nuevo escenario de una economía mundial indivisible también ha facilitado el
incremento de la influencia de la ultraderecha.
Y es que el problema de la violencia, tan
actual y tan escolásticamente tratado por la en el mundo hegemónica academia
positivista no se resuelve recurriendo a eslóganes morales. Pepe se ha
esforzado por dejar esa enseñanza tanto como la constatación de que toda
revolución genera una contrarrevolución salvo que logre desenvolverse
productivamente de modo más eficiente que el mundo que deja atrás. Ha
reflexionado una y otra vez en sus últimas intervenciones sobre el hecho
constatable de que en el contexto mundial actual las naciones no
suficientemente desarrolladas que no son capaces de gestionar políticamente al
desarrollo pueden ingresar en procesos autodestructivos letales para la
preservación de la comunidad, para las posibilidades de dinamizar productiva y
culturalmente a la nación.
Los seres humanos únicamente podemos
mejorar nuestras condiciones sociales e individuales de existencia cuando simultáneamente
evolucionamos productiva, socio cultural y existencialmente. Cuando superamos
contenidos que caracterizaron al proceso de la civilización pero que en un
período histórico por efecto de nuevas tecnologías u otras innovaciones y
potencialidades sociales dejan de ser funcionales a uno de los sentidos de la
actividad humana: perfeccionar, dignificar, embellecer, la vida del ser social.
Como para lograrlo, (se trata de una
dialéctica evolutiva muy lenta, no alcanza con disposiciones político-jurídicas
ni instituciones disciplinantes con capacidades coercitivas), es necesario un
sujeto social productiva y políticamente activo y consciente, o por
culturalmente consciente, activo, las instituciones políticas que orientan el
proceso son esenciales. Por eso el fortalecimiento institucional de la calidad
de la democracia y del instrumento político transformador, en el caso del Uruguay,
el Frente Amplio, fueron una preocupación constante de Liber Seregni, de Rodney
Arismendi, de Tabaré Vázquez, de Pepe Mujica, Lucia Topolanski y de los
principales dirigentes e intelectuales históricos de la izquierda uruguaya.
Para transformar en un sentido
democratizador la realidad objetiva de las sociedades, vale la pena señalar por
ahora de pasada, no alcanza con disposiciones político-jurídicas ni con
relatos, como sostiene en un simplón reciente libro Yuval Harari. Las
cosmovisiones, las narraciones, mediante las cuales los seres humanos procuran
comprender su entorno y a sí mismos tienen, culturalmente, como enfatizaba
Carlos Marx, “efectos histórico ontológicos” pero no superan el estado de cosas
que caracteriza a determinado momento del proceso evolutivo sino sólo cuando crítica
y prácticamente producen conocimientos científicos mediante los cuales
perfeccionar las condiciones de existencia de la humanidad como humanidad.
El espacio 609 fue, dejando de lado lo
más relevante, el triunfo electoral del Frente Amplio, con mucha luz, el
fenómeno político electoral más significativo de los comicios nacionales de
2024.
La elaboración conceptual y la
amplitud táctica mediante las cuales tomó forma la constitución actual del
Espacio 609 del Frente Amplio es una obra de arte de la inteligencia política.
En buena medida puede señalarse que
una etapa decisiva de esa acción concluyó junto al proceso electoral nacional y
dejó dibujados incluso liderazgos de largo aliento en proceso de consolidación:
Yamandú Orsi, Pacha Sánchez, y más en perspectiva electoral, Blanca Rodríguez y
un conjunto de jóvenes en proceso de formación.
Pepe Mujica, Marenales, Huidobro, el “ruso”
Rosencof, Bonomi y otros dirigentes influyentes hicieron confluir desde una
sensibilidad que interiorizó al frenteamplismo (unidad institucional en la
diversidad de las tradiciones de izquierda) al artiguismo como sentido de
nación (lo nacional popular democrático radical), componentes de lo
socialcristiano (la opción vivencial por los pobres), un republicanismo teóricamente
sutil, jacobino, es decir, basado en un sujeto social crítico y controlador del
poder, ocupado voluntariamente en el control de toda forma de poder excesivo y
no en meros enunciados moralistas como los que caracterizan al liberalismo
individualista anglosajón.
Lo nacional popular democrático
radical, por contener los signos de identidad de tradiciones fundacionales de
la nación como la artiguista y la batllista, que confluyeron en su forma
democrático radical en el frenteamplismo, toma distancia de cualquier forma de
populismo.
Además, unas pinceladas de marxismo
(como crítica de las formas de dominación jerárquicas históricas y
experimentación de prácticas orientadas a su superación), y todavía, como si el
esfuerzo de síntesis anterior fuese poco, contenidos libertarios desconfiados
de toda forma estatal jerárquica y un marco de referencias éticas que toman la
espiritualidad transformadora (militante, práctica, involucrada en las luchas
sociales y los padecimientos en los barrios populares) que constituyen como una
marca de origen, una forma de honrar a Raúl Sendic, el fundador del movimiento.
Por todo lo anterior resultó llamativa
la virulencia con la que fue criticada Lucia Topolanski por sus expresiones sobre
casos particulares de testimonios falsos en casos judiciales de violaciones de
derechos humanos.
Hacer el análisis de los contenidos polémicos
expresados más o menos espontáneamente en el libro de reciente publicación “Los
Indomables”, (como ha ocurrido), sin considerar este fenómeno, el proceso
histórico de los últimos 30 años, las preocupaciones de Pepe y Lucia por
propiciar en los últimos años de vida debates político culturales más hondos
que los que tienen lugar, la voluntad de poner en debate asuntos que únicamente
pueden ponerse en discusión en los próximos dos años, constituye una reacción muy
superficial frente a la inserción popular de ese proceso de síntesis de ideas,
que tiene lagunas, pero que no por ello deja de resultar admirable.
Las inquietudes intelectuales y
políticas que aspira a dejar como aprendizaje Pepe las ha expresado además en
muy diferentes medios y son esas preocupaciones las verdaderamente relevantes.
Pepe Mujica, desde una sensibilidad
introspectiva profunda y erudita, teórico práctica, trata de dejar al modo de
una amplia avenida, un horizonte ideal. Un “por acá no”, que toma en cuenta las
profundas transformaciones que tienen lugar en el mundo, tanto geopolítica como
científico tecnológicamente y el análisis de los fracasos transformadores del
siglo XX y a partir de ese diagnóstico un por acá quizá sí, pero buscando
siempre. Es decir, sometiendo cada tanto a crítica al proceso en su conjunto.
El comentario de Lucia Topolanski que
despertó la legítima crítica del universo de militantes involucrados hasta la
médula en la batalla por juzgar las practicas del terrorismo de estado para
producir un “Nunca Más” como cultura democrática y antifascista fue
profundamente equivocado. Es posible que buscase generar un clima propicio a la
redacción de un decreto para enviar a prisión domiciliaria a los presos de
Domingo Arena a cambio del mapa con la ubicación de los detenidos desaparecidos
en Uruguay que falta localizar, pero la formulación entraña una profunda
injusticia con las víctimas y su batalla tesonera y persistente por reunir
pruebas para lograr Verdad y Justicia. Por producir una cultura de los derechos
humanos como no violencia, que, lo saben los entrañables militantes de la vida,
que eso son los activistas de los Derechos Humanos, que las comunidades
nacionales no logran consolidar procesos evolutivos si no ponen detrás de ello
y colectivamente, inteligencia, autenticidad y energías físicas.
El posible que el error haya podido
emerger a la conversación durante la entrevista para el libro “Los Indomables”
como consecuencia de que para muchos viejos dirigentes del MLN la lógica de los
“combatientes” ha prevalecido sobre la lógica de los “Derechos Humanos”. Pero
no es esa espiritualidad la que han cultivado en “la barra” que tendrá “que
superarlos con ventaja”.
Esa es la espiritualidad de ellos
porque matrizó sus vidas y porque como viene de decirse y subrayarse
ampliamente más arriba, los combates acompañan dialécticamente los procesos de
creación de cultura. En las sociedades clasistas, (que además compiten
geopolíticamente), de vez en vez, los combates adquieren formas radicales.
La democratización de las relaciones
sociales precisamente lo que procura es superar las lógicas jerárquicas
competitivas que generan las causas de la violencia.
Que todo lo anterior lo escriba un
militante que con cierta ironía podría calificarse como un comunista republicano,
es decir, un marxista que sabe que es necesario regenerar el aliento de la
ilustración tanto como el de la revolución bolchevique en su origen, antes de
la desviación nacionalista y burocrático autoritaria, puede resultar para
algunos algo perturbador, pero tiene que leerse como una humilde contribución
de partida al debate que se proponen dejar planteado Pepe y Lucia en ese libro
y en otras intervenciones públicas. Y que procura estimular también, y no es
casual que esto ocurra, Esteban Valenti, en varias de sus últimas columnas en “uypress”.
En momentos de incertidumbre y
peligro, el maniqueísmo de los resentidos tanto como el de los petulantes
entraña serios peligros: otorga capacidad de influencia a la mediocridad y
termina apuntalando lógicas tecnoburocráticas políticamente “correctas”, formas
de intervención de prácticas apenas inerciales pues alguna vez “funcionaron”. Esas
prácticas tecnoburocráticas se presentan en general como garantía de
estabilidad cuando en general no hacen más que reproducir antagonismos que
benefician a los grupos de privilegio históricos con lo cual preparan crisis más
profundas como destino inevitable.
(Continuará)
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